Maestras por siempre

Verónica Narváez

En medio de la primera ola de pandemia, una querida maestra del colegio me contactó y me dijo que tenía algo para mí. En esos días el trabajo intenso, los niños en casa, estudios encima y las crisis propias de la pandemia, hicieron que demore en ir a buscarla.

Llegó el día y como historia de regresar en el tiempo, fui a su casa en el mismo sector donde crecí y a la vez queda cerca de mi escuela y colegio. Apenas la pude ver, porque con las restricciones de contacto mantuvimos todo el protocolo de distancia de este tiempo. No pude abrazarla y dar ese agradecimiento sentido, no solo del presente que me tenía y que aún ni lo podía ver por la premura del caso, más quería abrazarla por el detalle de demostrar que alguien tan importante para una como son sus maestros nos demuestre el cariño aún después de tantos años, en mi caso estaba hablando de casi 26 años de mi vida.

Abrazo el alma de tantas lindas mujeres de mi vida, hoy resalto a Rosita Ibarra, mi maestra de mecanografía, su detalle fue un hermoso tejido a crochet que retrata el amor de la madre a sus hijos, de sus manos, de su mirada, de sus enseñanzas solo puedo estar infinitamente agradecida y feliz.

Qué labor, que bendición de aquellas mujeres que incidir en la vida de tantos niños y jóvenes, que bendición ser por siempre recordados, y para mi que bendición que entre tantos estudiantes que pasaron por sus vidas mis maestras me tengan en su cercanía, mujeres que son parte de lo que soy, a mi profesora: Rosita, Esthelita, María Antonieta, Jeaneth, mi madre y muchas más, ¡gracias por tanto!

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