La protesta social

Mesías Mestanza Solano

La protesta social es un medio legítimo y constitucional para la reivindicación de derechos conculcados, que permite a la vez visibilizar problemas sociales que afectan a un colectivo, y expresar ideas para una verdadera conducción del país.
Varias leyes dispersas han venido legalizando la protesta social, hasta llegar a la Constitución del 2008, en la que en forma clara aparece el derecho a la resistencia, según el que, los individuos y colectivos podrán ejercer este derecho frente a acciones u omisiones del poder público o de las personas naturales o jurídicas no estatales que vulneren o puedan vulnerar derechos constitucionales, y demandar nuevos derechos, ya que se hace necesario confirmar lo que a diario pregonamos que “la voz del pueblo es la voz de Dios”.
Ahora bien, si la protesta social correctamente dirigida y encaminada a componer acciones gubernamentales es positiva, hay que hacerla, pero los hechos ocurridos en octubre del 2021 dicen lo contrario a la filosofía de una reclamación social racional, porque constituyeron hechos vandálicos nunca vistos en el país, como la destrucción del edificio de Contraloría, donde se quemaron archivos con glosas millonarias, se destrozaron calles y avenidas de Quito, se secuestraron y humillaron a policías, se atentó contra la vida de un periodista, bloquearon carreteras de varias provincias, pusieron en riesgo instalaciones petroleras; en fin fueron hechos vandálicos que causaron terror y zozobra… ¿esto será una protesta social?.
Pero claro, como la Asamblea Nacional dictó amnistía para quienes participaron en la “protesta social” con incendio, terrorismo, destrucción y varios tipos penales, se sentirán protegidos; no se sabe entonces las reacciones que puedan darse este día, para lo cual nuestros policías y militares estarán alerta para la protección de personas y bienes públicos y privados.
En épocas preelectorales aparecen seudos dirigentes con protagonismo y cálculos políticos, que han hecho mucho daño al país, y, como nuestros electores no saben diferenciar entre buenos y malos por decir lo menos, escogerán a los que aconsejan que “roben bien”. Nos falta cultura del voto.

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