La ciudad ‘moderna’

Nicolás Gómez Campos

El ideal de ciudad “moderna” ha cambiado durante el tiempo, dependiendo de las circunstancias y necesidades sociales, económicas y políticas por las que ha atravesado un determinado territorio.

Es así que para los urbanistas y arquitectos del movimiento higienista del siglo XIX y principios del siglo XX la prioridad era crear ciudades que reduzcan el hacinamiento y la insalubridad en las viviendas, para así poder frenar los contagios de enfermedades como la tuberculosis y el cólera, e ir mejorando la calidad de vida de los ciudadanos. Esto se traducía en la creación de ensanches donde ubicar la vivienda para la población creciente, amplias avenidas, plazas, parques y la introducción de abundante vegetación.

Ya entrado el siglo XX con el auge del automóvil, la ciudad pasó a planificarse en función de este medio de transporte. Es así que infraestructuras como vías, carreteras, pasos deprimidos, automercados y estacionamientos comenzaron a ocupar la mayor parte de las ciudades, en tanto que las actividades urbanas, residenciales, comerciales, industriales ocupaban una parte más reducida del suelo urbanizado.

La consecuencia más importante de la cultura del automóvil es la transformación de las ciudades hasta hace unas décadas, compactas pensadas para el peatón, en ciudades dispersas con suburbios residenciales que rodean los núcleos urbanos, afectados por la contaminación, accidentes y el tráfico.

En la actualidad, las ciudades “modernas” como respuesta a los efectos urbanos de la pandemia del COVID-19 y a la crisis por el cambio climático, devuelven el protagonismo al ciudadano, la tendencia es reducir las distancias, hacer ciudades compactas y caminables. Se buscan modos de transporte más eficientes y saludables, con desplazamientos cortos ya sea a pie o en bicicleta, además de promover los medios de transporte público, reduciendo el uso del automóvil particular.

[email protected]