La anestesia del escándalo

Ruby Mena Melo

Ruby Mena Melo

Estamos saturados de información. Cada noticia se ahoga en un mar de titulares que cambian por minuto. Nos bombardean con crisis políticas, corrupción y guerras, hasta el punto en que nada nos sorprende. El horror se ha vuelto paisaje y la indignación un reflejo efímero, reemplazado en segundos por la siguiente tragedia viral.

A esto se le llama fatiga informativa. Una sobredosis de noticias que nos ha insensibilizado y ha convertido la tragedia en un producto de consumo rápido. Un día, un genocidio; al siguiente, la caída de un gobierno; unas horas después, la cancelación de un famoso por un tuit de hace diez años. Todo se mezcla en un ruido constante donde la información deja de ser conocimiento y se vuelve simple entretenimiento morboso.

Nos hemos transformado en espectadores pasivos de nuestra propia decadencia. Cuando todo es crisis, nada lo es realmente. La impunidad crece con nuestro olvido, y los responsables de tantas desgracias encuentran protección en nuestra distracción. La corrupción ya no nos sorprende porque la vemos a diario; los abusos de poder parecen inevitables; la violencia es parte de la rutina.

Un escándalo tapa al otro, una crisis global borra la anterior. Todo se disuelve en el ciclo noticioso.

El problema es que esta fatiga no solo nos vuelve indiferentes, sino también cínicos. Nos refugiamos en el sarcasmo, en la burla, en el «ya nada me sorprende». Y así dejamos de exigir, dejamos de actuar, dejamos de creer que las cosas pueden cambiar.

La información es poder, pero solo si la convertimos en acción. Saber lo que ocurre y no hacer nada es complicidad. Nuestra dejadez es la mejor herramienta del poder para seguir abusando sin consecuencias. Si seguimos anestesiados, no será que el mundo se volvió menos cruel, sino que nosotros nos volvimos incapaces de sentir. Y cuando despertemos de esta indiferencia, si es que alguna vez lo hacemos, quizá descubramos que ya no queda nada por salvar.

@withluv.ruby