Rogelio Morales Cattani
Deberíamos cambiar la visión para que la perspectiva de cómo vemos el mundo sea diferente, acorde a la época que vivimos. La fe y la confianza en sí mismo son elementos inquebrantables de la gente que vive para producir y ayudar.
Cuando un niño, a las orillas de un río o lago, juega a la aproximación y al alejamiento, coordina varios movimientos y diversas emociones de acuerdo a su comportamiento, que luego determinará la toma de una decisión, y la suma de estas se llama experiencia. Si en otras condiciones, el niño o el adulto se encuentra frente a un barranco, se puede tomar diversas decisiones: lanzarse al vacío, o mantenerse en el borde tomando precauciones para no caerse. Son ejemplos de cómo la naturaleza humana reacciona ante los diferentes estímulos; unas veces somos intensos, otras, pacíficos. También existen personas que sienten placer mortificando las encías inflamadas y otros prefieren ir al odontólogo. Unos viven quejándose de las heridas que causan las injusticias, otros prefieren dejar la comodidad y salen a reclamar, porque el sentirse víctimas no ayuda. El solo diagnosticar los problemas, si no se complementan con un correcto tratamiento, equivale a una tarea inconclusa.
Cuando de la patria se trata, o somos patriotas y nos jugamos por ella, o somos filósofos del teclado, sin aportar como debería ser nuestra obligación. Nuestra sociedad requiere de ciudadanos que participen y tomen decisiones enérgicas y dinámicas, olvidándose de aquellas eminentemente políticas que benefician a pocos y afectan a muchos.
Resulta paradójico, pero parte del pensamiento positivo es aprender a decir NO, que muchas veces suena como una contestación agraviante, pero en el fondo, también es una respuesta o actitud madura que denota una personalidad definida y determinante, de alguien que no cae dentro de corrientes cómodas. Esto no equivale a entrar en negación, que es otra actitud diferente, que significa la presencia de varios y graves trastornos del comportamiento.