Es de hora de recordar que a veces damos por hecho que todo lo que tenemos, vivimos o experimentamos hasta ahora es algo normal, por eso es necesario revisar y analizar cada etapa de nuestra vida y las personas involucradas en ella. A veces ignoramos que la vida, como la naturaleza, es cíclica y temporal, con tiempos precisos, como las estaciones, y así los resultados que vemos se complementan con cientos de factores individuales como el esfuerzo, la constancia, la preparación o factores ambientales, como los descubrimientos médicos, avances tecnológicos, o luchas sociales en el mundo.
Expresar gratitud por nuestras bendiciones o logros es un secreto espiritual que tiene efectos inmediatos y duraderos. La gratitud nos calma el corazón, nos recuerda el sentido de la vida y sus beneficios, la necesidad de parar y reconocer las tantas cosas que tenemos, e incluso agradecer las cosas que no llegaron o no sucedieron también pertenecen a nuestro camino, pertenecen a nuestro ciclo de estacionalidad.
Uno de los mayores problemas que tenemos es que somos muy impacientes y queremos todo de inmediato. Todos, absolutamente todos, queremos lograr cientos de cosas que tenemos preconcebidas como si hubiera una receta para una vida feliz, y luego agradecer los resultados porque queremos que se den, por lo tanto, asumimos ciertas decisiones, como divorciarse, perder a un ser querido o dejar a un amigo, no encontrar trabajo o enfermarse, son fracasos y olvidamos que vivir en un estado permanente es una utopía de éxito y felicidad.
Quizás, si reflexionamos sobre esos momentos más felices de nuestra vida, ciertamente no se trata de cosas materiales, sino de respuestas emocionales, de sentimientos, en fin, estos momentos están llenos de felicidad y en esencia satisfacen los deseos más básicos y necesarios del ser humano. El problema es precisamente que estamos obsesionados con la velocidad y el logro, mostrándole al mundo que lo estamos logrando, y a veces se necesita tiempo, paciencia y esfuerzo para superar, lograr, encontrar.