El médico italiano Cesare Lombroso, afirma poder reconocer al delincuente por ciertos rasgos físicos y hasta por sus expresiones. En tanto que el “Homo Criminalis”, en la visión del médico brasilero Sebastián Leao, sugiere que el origen de la delincuencia es básicamente la pobreza y no la biología.
En nuestra sociedad se han instaurado en cargos públicos varios tipos de delincuentes, unos son instruidos, pero no educados. Otros torpes pero astutos y muchos que si son inteligentes, “pehachesdes” o “doctores honoris causa” entre los cuales hay algunos que les gusta el dinero fácil y si es ajeno, mejor.
El pueblo desprotegido es la principal víctima de la delincuencia común que les amedrenta con armas de fuego u objetos corto punzantes, hasta robarles su dinero, celulares o joyas. Otros hurtos más sofisticados lo realizan delincuentes profesionales, miembros de mafias políticas organizadas, que desvalijan el dinero del Estado que es de todos y con eso, se roban la esperanza de mejor salud, educación y seguridad de la gente que no tiene celular, dinero o joyas. En este caso lastimosamente las víctimas tienen la responsabilidad de haber elegido a sus victimarios.
El mal ejemplo de películas y series televisivas que sin control han inundado la televisión, muestra a “narcos” y “políticos” ligados entre sí, son gente económicamente poderosa que vive aislada en mansiones, donde acceden solo su círculo íntimo, vedetes y muchísimos lambones oportunistas. Igual que los palacetes públicos o privados que utilizan los políticos corruptos, que también viven aislados de la realidad, o en el exilio. Otros con grilletes, pero llenos de billetes.
Cesare Lombroso describía que este tipo de delincuentes son enfermos de avaricia, ávidos de poder, con gula por el dinero y poseen características físicas que los hacen inconfundibles.
Invariablemente se trata de seres deshumanizados, cínicos y mentirosos, un verdadero ramillete de psicópatas que no pueden ocultar su facie o expresión de HDLGP (humanos, de, largas, garras, pezuñentas).