Gente de color…

Anita Caicedo

El lenguaje cotidiano refleja los valores de nuestra sociedad los prejuicios contra cualquier grupo social que se siente desfavorecidos, perseguido o proscrito en algún momento de la historia, por razón de su sexo, etnia, o cualquier otro factor, inmediatamente pasan al lenguaje cargando de connotaciones negativas los términos empleados para designarlos.

El habla no es inocente y las palabras a veces, consciente o inconscientemente, están cargadas de dolor y agresión. No podemos volver la espalda a esta realidad que es una perpetuación de la discriminación y aquí nos proponemos mostrar algunos ejemplos de cómo la presión racial también puede venir de la palabra.

El símil “trabaja como un negro” (lo mismo que su equivalente “como un esclavo”) es un fiel testimonio de la servidumbre y sumisión de los negros llevados al continente americano. Debido a esta fuerte asociación, en español el término negro se ha metaforizado, pasando a designar al escritor anónimo que realiza un trabajo para una persona destacada sin que se le reconozca su autoría. También se aplica a quien escribe las memorias de algún personaje.

Ejemplo de aquello, es la palabra black, esta solo empezó a utilizarse a partir del siglo XIX coincidiendo con unos aires más democráticos y liberadores, y hasta entonces no se había aplicado en el sentido de raza, en expresiones tales como “gente de color”, “personas de color” En este caso las expresiones utilizadas son muy pocas, pero no por ello afortunadas. Pensar o expresar “ soy negro”, “soy Afrodescendiente”, tal expresión proporciona unas referencias etno-históricas positivas, al evocar con orgullo el origen africano de sus antepasados.

Resulta muy difícil eliminar las expresiones racistas o xenófobas del lenguaje. Pero es una lucha que nos concierne a todos. Poco a poco se puede hacer camino y si no damos concesiones a la intolerancia lo conseguiremos. Las palabras son importantes también para nosotros.

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