Gente de color…

Anita Caicedo

El lenguaje cotidiano refleja los valores de nuestra sociedad, los prejuicios contra cualquier grupo social que se siente desfavorecido, perseguido o proscrito en algún momento de la historia, por razón de su sexo, etnia, o cualquier otro factor, inmediatamente pasan al lenguaje cargando de connotaciones negativas y los términos empleados para designarlos. El símil “trabaja como un negro” (lo mismo que su equivalente “como un esclavo”) es un fiel testimonio de la servidumbre y sumisión de los negros traídos al continente americano. 

Algunas metáforas contienen referencias más denigrantes. Al negro se le ve como una persona alterada, sin reglas sociales. Pero en inglés, la voz negra tiene un matiz más despectivo que en español desde su mismo nacimiento. La palabra black solo empezó a utilizarse a partir del siglo XIX concordando con unos aires más democráticos y liberadores, y hasta entonces no se había aplicado en el sentido de raza. Con el tiempo esta voz serviría para arrinconar y teñir de una fuerte carga negativa a lo negro, de todos modos,

La palabra black tampoco es inocente, pues las connotaciones de que son portadores el blanco y el negro en el habla diaria son muy diferentes. La blancura es sinónimo de muchos atributos de carácter positivo: puro, honesto, bello; por el contrario, lo negro es impuro, atemorizante, malévolo, oscuro, difícil. Lo blanco es salvífico; lo negro es generador de mala suerte.

Beatriz Varela, en su libro El español cubano-americano (1992), ha recopilado un buen número de singulares y pintorescas expresiones, entre ellas charolitos, morenos, pardos, tizones, chocolates, así como otras no menos humorísticas como caimitos, zanates cuscos, monos. Varias designaciones describen de una manera muy plástica la visión estereotipada que la sociedad blanca tiene de los negros. “gente de color”, “personas de color”. Todo esto contrasta con lo políticamente correcto, en este caso las expresiones utilizadas son muy pocas, pero no por ello afortunadas, tal parece ideada para tranquilizar al bien pensante, a pesar de la buena intención, su imprecisión y ambigüedad, le restan utilidad.

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