Empoderamiento del mandante

Luis Intriago Luna

Luis Intriago Luna

La actitud política del elector, posterior a las elecciones, sería determinante para el éxito de los nuevos administradores de la cosa pública; es imperativo una veeduría permanente de los ciudadanos, estar vigilantes de las acciones que tome la nueva administración en los diferentes niveles de gobierno.

Consideramos con desapasionado criterio que deberíamos, como es obvio dar una tregua de al menos 100 días a los ungidos, para efecto de comenzar a poner la casa en orden, es decir, que conozca y planifique las nuevas políticas internas y externas para empezar a tomar decisiones con criterio formado.

El elector convertido en mandante debería asumir una actitud mesurada pero proactiva y firme, observando la aplicación y ejecución de las ofertas de campaña con el fin de ir fiscalizando, aprobando o desaprobando determinadas decisiones del gobierno local. La actitud del mandante no será la bulla, el escándalo fugaz que el viento arrastra y no deja huella; sino debería ser implacable y crítico, en exigir el cumplimiento de aquellas ofertas para llevar a la realidad las propuestas de campaña convertida en obra pública.

El mandante debería saber que los administradores públicos están sujetos a la revocatoria del mandato, según las circunstancias y por el incumplimiento legal de funciones previsto en la ley; por tanto cada ciudadano debe actuar como un veedor más en el ámbito de la competencia del administrador público; además, el mandante debería ser consultado e informado permanentemente de determinadas decisiones del mandatario sobre las obras que necesitan los grupos y colectivos humanos; por ello se debe exigir que los ciudadanos tengan conocimiento para hablar de un verdadero empoderamiento de la gestión gubernamental, seccional o local, aquello se logra cuando el pueblo está informado de las acciones que realiza cada institución.

Hasta que los ciudadanos se empoderen como verdaderos mandantes y hagan prevalecer realmente sus derechos en forma personal y colectiva. ¡Que Dios nos ampare!

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