Con mucha razón, a veces el hombre le teme al tiempo y tiempo es lo que menos tiene el actual presidente de la República, para tratar de enderezar la administración pública.
No quedan dudas que el primer personero viene sufriendo varios tipos de ataques externos e internos para desestabilizarlo y “hacerle caer”, para en ese desorden, varios grupos de poder beneficiarse con su pretendida impunidad e inmunidad.
La arremetida externa comenzó antes de las elecciones con la puesta en marcha de una serie de trabas con dedicatoria, una de ellas, considerar casi un delito ser adinerado y estigmatizar una actividad privada, olvidándose de los otros millonarios que se hacen de la noche a la mañana, generalmente luego de delinquir o cometer acciones corruptas en el manejo del dinero público.
Inmediatamente y luego de ganar las elecciones le quisieron hacer “perro muerto” en la Asamblea, cuya elección de presidente parecía más bien, a quien querían nombrar en su reemplazo, ventajosamente se dispararon en el pie y los “tres tristes tigres que tragan y se están acostumbrados a atragantarse” les falló la maniobra.
Tampoco sería raro suponer que estos grupos de poder frustrados, financien y promuevan movilizaciones o hechos violentos que conmuevan a la sociedad, todo en busca de alcanzar el poder, que es lo que a ellos realmente les importa, cueste lo que cueste en dinero o en vidas humanas, su egocentrismo y ambición no tiene límites.
Sin embargo, existe otro frente de ataque interno que el presidente subestima y no actúa como le pide la mayoría de ecuatorianos, son esos mandos medios enquistados, boicoteadores a sueldo que sirven a capos y no a la patria y que deben ser removidos en el menor tiempo posible.
Al presidente no le sobra el tiempo, ni las oportunidades a favor, urge la consulta popular para desmontar leyes absurdas redactadas con malicia, que benefician al delincuente común y al de cuello blanco y corbata, antes que al pueblo que es al que juraron defender.