La economía colaborativa se encuentra en la lista de las diez ideas que cambiarán el mundo según la revista Time (Walsh, 2017). Este fenómeno representa la posibilidad de que particulares ofrezcan un servicio a otros particulares directamente sin necesidad de intermediarios y normalmente a mejor precio que las plataformas de consumo tradicional. Esto refiere mayor control por parte de los usuarios sobre lo que consumen.
La base del surgimiento de este sistema fue la crisis económica, que impulsó a los visionarios a encontrar en el boom del Internet y las redes sociales, el espacio idóneo para la digitalización de los métodos de compra y venta. “Hacer limonada con los limones” es decir, tomar lo que tenemos y hacerlo producir, de ahí que el concepto de consumo colaborativo está ligado directamente con este tipo de economía y consiste en darle un nuevo giro a lo que las personas llevamos haciendo toda nuestra vida con familiares y amigos, prestarnos la casa, el vehículo o usar todos el mismo para viajar, con un plus, el Internet y las redes sociales para ofrecerlo a una población más amplia y recibiendo a cambio un pago.
Su aplicación está causando el mayor impacto desde la Revolución Industrial. Y su éxito radica en la capacidad de hacer coincidir la oferta y demanda de manera eficiente. Resulta ser muy beneficiosa en materia de empleo. Pero también representa grandes retos a la población, como el conocimiento adecuado de estas plataformas para hacer buen uso y evitar caer en estafas. En cuanto a la legislación queda una reflexión, ¿las nuevas tecnologías se deben adaptar a las leyes y regulaciones actuales o las leyes y regulaciones son las que tienen que adaptarse a ellas?