Después de la tempestad

José Manuel Aguilar Reyes

He evitado siempre comentar sobre temas políticos, sencillamente porque no es mi especialidad, pero la realidad vivida en mi país en 18 días de paro no deja tranquilo ni estático a nadie, más aún, cuando uno se encuentra fuera de la patria y comenta necesariamente con decenas de compatriotas que viven igual preocupación, asomando responsabilidades que en mi caso debo asimilarlas, pues sin quererlo me transformo en el portavoz de sus inquietudes, comprometiéndome indicar que también aquí en la ciudad de Memphis, Estado de Tennessee, de los EEUU, existimos una treintena de ecuatorianos, que semanalmente nos reunimos para intercambiar opiniones y demostrar de alguna manera que llevamos en el alma y corazón nuestro país, ahora desgarrado por una situación social que al parecer, se la veía venir a pasos agigantados y que el gobierno hizo muy poco para prevenirla.

Finalmente y gracias a la intermediación de la iglesia católica, se pudo lograr que las partes se pongan de acuerdo, no sin lamentar la muerte de seis hermanos y afectar físicamente a centenares de participantes de ambas partes, cuyo saldo es lamentable, llenándonos de vergüenza a quienes deseamos mejores días para nuestra patria.

Fue consenso general del grupo, afirmar que le faltó tino y firmeza al gobierno para superar la crisis, como también la certeza de los rebeldes a exponer una realidad social y económica que ha sido olvidada por los gobiernos de turno, en especial la atención al agro, que debe hacer recapacitar a las autoridades, al tratarse de la principal fuente natural que poseemos como país y que necesita atención urgente, rápida, veraz y contundente; existiendo por otro lado en sus planteamientos, dislocaciones evidentes como el pedido de disminución del precio de los combustibles, desconociendo realidades del país y del mundo y otras que alejan la inversión extranjera.

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