Cum hoc ergo propter hoc

Oliver Briceño

El premio Nobel de Economía del presente año se ha otorgado a David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens, cuyos trabajos proponen el uso de un innovador método para la investigación empírica, los experimentos naturales. Dicho método permite no incurrir en falsas causalidades. Y es que, como es bien conocido en el campo de la estadística, “correlación no implica causalidad”. Para explicar esto, un ejemplo bien sencillo sería decir que siempre que uso paraguas, llueve. ¿El usar un paraguas hace que llueva? Claro que no. Por lo que no siempre que dos eventos estén relacionados, implican que el uno provoque al otro. Casualidad, sí, causalidad, no.

Ahora, en concreto, en los trabajos de los ganadores del premio Nobel se ha demostrado cómo la subida del salario mínimo no destruye el empleo, que la inmigración no tiene impactos negativos en el empleo, o que, a mayor nivel de educación, mayores salarios; todo ello en sus casos concretos de estudio. Si bien las conclusiones de dichos estudios no se pueden extraer a gran escala con total seguridad, los economistas más liberales lo realizan sin ningún pudor al contrariar las dos primeras conclusiones que obtuvieron los laureados: como el decir que subir el salario mínimo (o básico aquí en el país) hace que los empresarios no contraten a más personas porque les resultaría más costoso o, incluso, despidan a sus actuales trabajadores porque no se pueden permitir esa subida de salarios; y que la inmigración provoca una reducción de salarios.

Para finalizar, aunque parezca una novedad, no son los primeros economistas ganadores del Nobel en llegar a tales conclusiones. Joseph Stiglitz (ganador del Nobel en 2001) decía: “los datos son abrumadores, subir el salario mínimo no daña el empleo”. Para Paul Krugman (ganador del Nobel en 2008) “no hay evidencia de que subir el salario mínimo sea costoso a nivel de empleos”.

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