Rogelio Morales Cattani
La cultura popular se desarrolla con diferentes variantes y en heterogéneas condiciones, relacionadas a aspectos sociales, económicos, culturales, ambientales, etc., todos estos factores van construyendo las historias familiares, sociales y del medio donde nos desarrollamos. Este ejercicio, que debería ser cotidiano y sostenido, es la base para que existan disímiles manifestaciones culturales que se van construyendo gracias a las costumbres, con desiguales formas de mirar y resolver los problemas.
Es curioso cómo se comporta el ser humano y cómo personas de diferentes razas, que se mezclan en comunidades alejadas a su ambiente natural, pueden adoptar una línea de conducta relacionada a cumplir la ley, que está hecha como la media de comportamientos que se deben cumplir y respetar. El saber trazar la cancha es parte de la evolución cultural de las personas.
La recolección y la caza, que se presentan como herencia de nuestra evolución, es un capítulo que ha sido superado por aquel de la siembra y la cosecha, del trajinar por el mundo con solidaridad, sin repartir dádivas, sino oportunidades.
Difícil que las sociedades actúen con la precisión que lo hacen los diferentes órganos de la economía humana, formada por múltiples y diversas células, que, a la hora de trabajar, todas la hacen de acuerdo al órgano que forman y a la especialidad que este tiene en beneficio del funcionamiento de un solo organismo. La enfermedad, dependiendo de cual sea, puede afectar a un grupo de células, pero las otras siguen trabajando en beneficio del “bien común”, evitando la muerte del organismo. Lo mismo sucede en una sociedad: cuando uno o varios grupos comienzan a funcionar mal, esto no debería afectar a todo el sistema.
Si por indolencia o inactividad productiva no estamos conscientes de lo que significa evolucionar culturalmente, la necedad o mal comportamiento de sus habitantes (células), puede ser la causa de la destrucción del Estado.