Martes 7 de la mañana. Hace frío, y en la sala de cuidados intensivos de un hospital de nuestra ciudad, sobreviven varias personas, jóvenes y no tan jóvenes. Su aparente silencio se ve compensado con el ruido y pito constante de las máquinas que los mantienen con vida.
Inicio mi día proporcionando terapia respiratoria. De pronto una mano fría aprieta fuerte mis dedos, ella, me mira, sus ojos cristalinos dicen algo…, algo me pide; sus ojos gritan algo que solo mi alma logra entender: “quiero vivir”
Este momento especial y dramático en una sala de cuidados intensivos, me ha llevado a reflexionar sobre la brevedad de nuestras vidas y, sobre si nos hemos detenido a reflexionar la importancia de darle real sentido a nuestras vidas.
Solemos valorar más las cosas materiales, el cuerpo, la belleza, el estatus, la tecnología, que nuestro mundo interior.
¿Qué es vivir?, qué es sobrevivir?, qué es el dolor, la enfermedad y la muerte?, ¿Qué es la soledad? no nos hemos detenido a pensar sobre esto y llevamos vidas vacías, buscamos la comodidad, somos egoístas, nos esforzamos por estar siempre bellos y jóvenes, y nos debatimos entre el dolor y el placer, sin siquiera preguntarnos por qué..
No hay tiempo invertido en nuestra alma, en construir y enriquecer nuestro mundo interior. Me pregunto si, llegado el momento, en cuidados intensivos o en cualquier otro lugar, cuando la enfermedad o la muerte lleguen a nuestras vidas, ¿dónde estará nuestra alma, nuestra mente, nuestros pensamientos? ¿En el dolor, el temor a la muerte, la desesperación? o estaremos tranquilos en espera de la decisión final de nuestro Dios. Ojalá y estemos en nuestro mundo interior, como único refugio del verdadero ser, el que no siente dolor, ni placer, ni temor y está en paz.
Nueva Acrópolis Santo Domingo