Rogelio Morales Cattani
No siempre lo que queremos es lo que deseamos. Hay sastres que confeccionan trajes a la medida, CNE – Cpccs, por ejemplo. Esto no garantiza que quien envió a elaborar la prenda, esta sea exclusiva, o que luzca bien, porque “el mono, aunque se vista de seda, mono queda”.
Soportamos a políticos putrefactos, aniñados insípidos, vulgares, guacharnacos o locuaces, damas que visten trajes caros, o más bien se disfrazan de señores o señoras, calificativo que independiente de la vestimenta, está reservado para los que guardan un comportamiento acorde a la dignidad que representan, con moral y ética a toda prueba, que impida oír aquello de: “si van a robar, roben bien”, por ejemplo.
Van Gogh pasó su vida soportando muchas necesidades lo que le obligó a constantemente vivir en asilos de caridad con lo mínimo para subsistir. A su muerte, sus cuadros se vendían en millones de dólares y su nombre se inmortalizó. Difícil calificarlo y fácil comprender cuál era el norte de alguien convencido de su talento.
Esta confianza le falta al pueblo que solo quiere vivir de las apariencias, que no está dispuesto a sacrificarse o ceder para que otros conduzcan la nave. Nos hemos convertido en un país de ambiciosos, con varios egocentristas patológicos que no aceptan que otra persona pueda hacer mejor un trabajo y en esa selva de individualismos nos perdemos todos.
Estamos personalizando la próxima elección, más que eligiendo el camino que queremos transitar, vivimos una “ansiedad patológica” del inmediatismo que afectará a las próximas generaciones, mientras la actual, enamorada de sí mismo y de sus “reflejos virtuales”, está fracasando, tal como Narciso, que, al inclinarse en un arroyo, vio su reflejo y se enamoró de sí mismo, luego el acertijo de Artemis afirmaba que no podía curarse él mismo y esa es la condición de los Narcisistas, ególatras sin remedio.