Necesitaremos historiadores

POR: Pablo Rosero Rivadeneira

En Cotacachi, al día siguiente del “Hatun Puncha”- la gran lucha-  las mujeres bailan, cantan, riegan agua y flores sobre la plaza tomada. Con esto, ayudan a que la tierra se calme y pueda absorber toda la energía derramada pero también toda la ternura.   Zapateando, las mujeres acarician la tierra estremecida y le devuelven su suavidad.

La racionalidad occidental, atravesada por las cifras y los datos, ha mirado de soslayo estos saberes de los pueblos indígenas. Así ha quedado de manifiesto en los once días de tensión que acabamos de vivir.  Duele comprobar que, a casi doscientos años de la república, el clasismo, el racismo, la apropiación cultural, persisten en nuestras prácticas y discursos.    Esto se debe, entre otras causas, a una educación que deforma y le escatima valor a la historia.

Nos han hecho memorizar fechas sin desarrollar una mirada crítica sobre los hechos.   Nos han trasmitido mentiras como aquella de Abdón Calderón llevando la bandera en la Batalla de Pichincha cuando sería más honesto conocer – y esto no resta mérito alguno a su figura- que murió en el Hospital San Juan de Dios de Quito a consecuencia de la disentería.

Contamos la historia de acuerdo a conveniencias e ideologías: en el 2012 circulaba un video en el que se decía que cuando ocurrió la Hoguera Bárbara “se oscureció el sol al mediodía y empezó a llover…”. Un relato más apropiado para Viernes Santo que para describir el trágico fin del Viejo Luchador.

Fomentamos además una narración de la historia desde el poder y el triunfalismo que nos impide comprender otras dinámicas sociales. Por eso, luego de limpiar los escombros de estos días oscuros necesitaremos historiadores que nos ayuden a no perder la memoria y a rescatar la palabra invisibilizada de los ancestros. Con su luz podremos emprender el camino hacia una sociedad mejor.