El “fatuo coplero” (Parte 1)

Por: Pablo Rosero Rivadeneira

En artículos anteriores he intentado desbrozar algunos rasgos sobre la compleja trayectoria de García Moreno desde una mirada apegada al rigor histórico. Si bien son innegables las cualidades de este hombre público, no lo son menos sus debilidades y desaciertos.

El 26 de agosto de 1868, desde el “vasto campo de ruinas y cadáveres a que está reducida la antes rica y populosa Imbabura”, García Moreno en carta a Rafael Borja se daba tiempo para opinar sobre la coyuntura política. Creía que el terremoto era el “castigo para esta desdichada provincia en la cual se dio el escándalo de que un ateo de profesión, el fatuo coplero Julio Zaldumbide fue elegido diputado por los votos de los católicos y por la influencia y protección del entonces Obispo Checa”.

Estas expresiones estaban, sin duda, obnubiladas por el resentimiento. Zaldumbide había publicado el opúsculo “El Congreso, Don Gabriel García Moreno y la República” en el cual criticaba las intromisiones garcianas en la administración del presidente Jerónimo Carrión.   En retaliación, García Moreno, al ser nombrado Jefe Civil y Militar de Imbabura tras el terremoto, dispuso la destitución del gobernador Manuel Zaldumbide, hermano de don Julio.

Al llamarle “fatuo coplero”, García quería desprestigiar el talento del que sería considerado como el mayor poeta romántico ecuatoriano. Un hombre que hablaba cuatro idiomas y que había realizado notables traducciones de Lord Byron, Víctor Hugo y Goethe. Precisamente, su traducción de la “Plegaria de Margarita” en el “Fausto” de Goethe lo aleja diametralmente de los descalificativos garcianos.

Pero lamentablemente, no sólo García Moreno fue incapaz de reconocer la sensibilidad del “poeta filósofo”.  También la sociedad ecuatoriana le ha escatimado valor a un hombre universal que apenas traspasó el umbral del suelo patrio y que murió sin haber conocido el mar.