Por: José Albuja Chaves
En septiembre de 2018, al cumplir la primera centuria del tránsito vital de esta notable mujer cotacacheña, escribí un artículo expresando el júbilo que rodeaba a sus familiares por tan feliz acontecimiento. Hace una semana, en cambio, se ha despedido rodeada de todos los suyos, con la lucidez de su alma, sentimientos y memoria pródigos, quien fuera esposa del connotado y prestigioso e intelectual ibarreño Dr. René Moreno Andrade.
Dije en aquella ocasión:
“En pleno siglo XXI no es usual informarse en los corrillos sociales acerca de seres humanos que traspasan el siglo de su existencia vital con una entereza y lucidez envidiable. Pese a que los llamados datos bioestadísticos nos recuerdan que las expectativas de vida en hombres y mujeres ecuatorianos han ascendido asombrosamente con respecto a otras décadas, asunto que conlleva a que las sociedades vayan llenándose de viejitos, se sostiene que a nivel mundial los pueblos ahora son de los jóvenes, irónicamente. (…) Parece que en ciertas personas el vértigo del tiempo, el maquinismo, la cibernética, las redes sociales, los problemas palpitantes de inseguridad social, la corrupción rampante en todos los niveles socio económicos, más en los altos que en los de abajo, no les causa huellas en su anatomía integral, pues revestidas se encuentran de una coraza anímica, un alma y un espíritu que las ubica por encima de las veleidades humanas que corroen las bases morales de su propias profundidades citadinas y aún de su estructura familiar. (…) El caso de doña Carlota Echeverría no es especial ni extraordinario en sí, porque sí, pues se trata de una mujer forjada en la espiritualidad, en la solidaridad, en el desprendimiento por servir a quien lo necesita, y en presidir una familia portadora de valores humanos y espirituales que por muchas vertientes tiene antecedentes y consecuentes de impronta imperecedera. (…) Hermana y compañera de misión de ese gran cardenal ecuatoriano nacido en Cotacachi Bernardino Echeverría Ruiz; gran dialogadora y “contadora de historias”; escritora y viajante empedernida, madre y abuela de las querendonas sin límites, Carlota Echeverría Ruiz acaba de cumplir 100 años de vida, y se propone otros tantos!.
Conocí a esta brillante mujer, y la tertulia en la hacienda Iltaquí cercana a esa laguna mágica que es Cuicocha, me hizo apreciar su robusta pero delicada y sencilla personalidad. Su fe cristiana brotaba a borbotones como de un caudaloso manantial. Y me dijo que una tía paterna mía fue su mejor amiga en su adolescencia, viajera precoz del espacio, “jovencita hermosa de ojos azules y pelo de cobre ensortijado”, afirmó de Inés Albuja Galindo. Hoy se han reunido en el lugar donde no corre el tiempo…
Siemprevivas en su nueva morada!