Choque de trenes institucional

Giuseppe Cabrera

Perdí la cuenta del número de veces que escribí en estas mismas columnas durante campaña, que la siguiente Legislatura y Gobierno sería complicado y que las soluciones no se darían de la noche a la mañana. Sin importar esos ya previsibles escenarios, nuestros adelantadísimos y oficiosos al poder “analistas políticos”, ya hablan de bloqueo y falta de voluntad. Debo ser honesto, esos que apuntan a la destitución o censura del Presidente por su vinculación con paraísos fiscales, intentan pescar a río revuelto y más bien parecen malos perdedores antes que estar verdaderamente preocupados por la fiscalidad internacional, sí, me refiero a Arauz y Yaku, pero, de ahí a creer que existe bloqueo al gobierno desde la Asamblea o peor aún un triunvirato de la conspiración es sufrir de paranoia patológica.

Este país juega su forma de hacer y entender la política, siempre desde los marcos culturales del excesivo presidencialismo y el populismo. Es así que, permanentemente esperamos que el Presidente ejecute y los Asambleístas operen como escribanos, que sí, que está bien que cambien comas, pongan faltas y nos den borrando uno que otro artículo descabellado que luego de 10 años de trabajar en un proyecto de ley, se nos pudo haber escapado pero, eso sí no, que no se atrevan a decirle no al Presidente, ese no es su papel, el suyo es legislar y fiscalizar, claro, legislar solo de los proyectos que el Presidente envía o que fiscalizar exclusivamente a los dos ex Presidentes anteriores; porque si lo hacen al actual es complot.

Estamos muy mal acostumbrados a los caudillos y a quienes quieren dividir la sociedad en dos: entre los intérpretes legítimos de los intereses del pueblo puro y la partidocracia, los pelucones o el triunvirato de la conspiración y en realidad, tanto legisladores como presidente fueron electos por votación popular, ambos arrancan con el mismo grado de legitimidad democrática.

En las democracias de verdad, hay menos quejas y más sagacidad, menos amenazas y más propuestas, más puentes y menos cordones sanitarios a los adversarios políticos. O el Gobierno conversa más y teme menos o se quedará cuatro años inmóvil entre el cruce de acusaciones.