Muchos habrán escuchado esa expresión mexicana “chingar”, la cual con el pasar del tiempo va tomando distintas interpretaciones. En esta columna me refiero al chingar como joder o dañar a terceros, esto a propósito de un podcast de Diego Dreyfus que escuché hace pocos días, y con base al cual hago una clasificación de tres grupos sociales: chingadores, chingados y los chingones.
En el grupo de los chingadores se ubican aquellos que han acumulado cierto grado de influencia o poder, este último puede ser mediático, económico o político, buscan constantemente ubicarse en lo alto a costa de cualquier cosa; destacarse ante el resto denotando un cuestionable grado de superioridad moral, pues quienes pueden rebatirlos se encuentran en condiciones limitadas para enfrentarlos. Arremeten con calumnias, a veces en el anonimato, su idea es quitar del medio a quién le pueda hacer sombra a cualquier costo, y lo peor, tienen sus seguidores y quienes consumen sin análisis sus expresiones o “posts” a través de likes que incrementan su ego.
Por otro lado, están los chingados, principal grupo objetivo de los chingadores, a quienes les cuesta levantar cabeza y prefieren adoptar un papel de víctima de la sociedad, rehúyen hacerle frente al problema, callan en medio de un grado de complicidad para que los chingadores no los “chinguen” más, y a momentos se convierten en su ejército de linchamiento en redes.
Finalmente, encontramos a los chingones, quiénes se cansaron de dejarse llevar por la corriente o nadar contra esta, abren su propio camino, dejaron de vivir de los vende humo, son quienes aprendieron que el cambio se genera a lo interior y no adoptando conductas por miedo al qué dirán. Los guía su conciencia, no una moral adaptada al discurso de quién les conviene, son conscientes que no siempre se está del lado del linchador, y que en cualquier momento el “chingado” puede ser un familiar suyo siendo avasallado en redes sin prueba alguna. Resulta complejo analizar los distintos comportamientos sociales, pero resulta cierto que vivimos de la inmediatez que nos inunda en las redes, juzgando y sentenciando a quienes proceden erróneamente, pero constituyen un espejo de sus verdugos.