Calle, fiesta y revolución

Calle, fiesta y revolución
Calle, fiesta y revolución

María Fernanda León Vivanco

A propósito de las grandes celebraciones que vive hoy la ciudad de Loja, es inevitable pensar en la importancia que tiene la calle como espacio de representación ciudadana. La calle -o las calles- constituyen el espacio público por excelencia, el lugar en el cual el individuo está expuesto a las vivencias colectivas.

Hace algunos años, el antropólogo Manuel Delgado en su ensayo “Carrer, festa i revolta” puso en evidencia el carácter significativo de la calle más allá de sus funciones cotidianas: si hay una lucha colectiva, se toma la calle; si hay una fiesta ciudadana, se toma la calle, lo cual la convierte en escenario del conflicto y también de la celebración. Procesiones, desfiles, comparsas, eventos deportivos, manifestaciones, protestas, paros, etc., se realizan en la calle.

La celebración es vida y nunca la ciudad ha estado más viva. Por un lado, la Independencia de Loja lleva a las calles a niños y jóvenes estudiantes, a militares y autoridades que rinden homenaje a la libertad y al adelanto, y por otro, con motivo del Festival Internacional de Artes Vivas, Loja se engalana, se llena de color y se convierte en el lienzo en el que artistas de todas partes del mundo realizan sus performances, pero mejor aún, en el que ciudadanos de todas las edades, locales y visitantes, se apropian de las calles, las pintan, las recorren y las reconocen como suyas.

Ambos acontecimientos reflejan una condición fundamental del espacio urbano, que las ciudades vivas están llenas de personas, personas en las calles y que es a ellas y no a las máquinas a las que deben dirigirse todos los esfuerzos de proyecto y mejora.

¡Que no muera la calle, que no muera la libertad, las artes y la cultura!.

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