Aluvión

Nicolás Merizalde
Nicolás Merizalde

Escribo este artículo pocas horas después de escuchar en el directo de un noticiero nacional los gritos de gente enterrada tras el aluvión de La Gasca. Terrorífico.

Tras asimilar muchas de las múltiples causas: el descontrol de las autoridades locales, la irresponsabilidad de los constructores, la inclemencia de las lluvias, más la impiedad de los deforestadores (neologismo que hace mucha falta en el diccionario), son algunas las preguntas que me invaden con relación a mi propia seguridad.

No sé ustedes, pero tengo la sensación de que en nuestras ciudades parameras y agujereadas son muchas las amenazas urbanas que penden, literalmente, sobre nosotros.

Ambato es tradicionalmente sísmica, los páramos se encuentran reducidos y aunque se han hecho muchos esfuerzos por protegerlos, hace poco un grupo de campesinos prendió fuego a algunas hectáreas valiosísimas para la salud ambiental de nuestra provincia y los comentarios fueron mínimos.

Entonces, ¿Cuál es el estado de nuestra planificación urbana? ¿Cómo equilibrar seguridad y desarrollo? ¿Qué plan de contingencia existe al respecto? ¿Cómo participar en nuevas campañas de reforestación? ¿Qué hacer si la montaña se viene abajo? ¿Quiénes son los responsables?

Yo no tengo contestación a esas preguntas porque soy un impúdico ignorante en dichas materias y me gustaría saber de dónde puedo sacar algunas respuestas. En este mismo momento hay familias cuyas vidas han quedado arrastradas por un sinnúmero de fatalidades y su dolor solo puede servir para alertarnos acerca de la prevención que merece nuestro crecimiento. Que no nos pase como a Quito, que pasó de ser una gran ciudad a ser solo una ciudad grande.

Les escribo desde la calma de mi casa mientras afuera la lluvia golpea las ventanas. No pasa nada. Qué engañosa es la comodidad ¿No les parece? Y qué frágil.