200 años de libertad

Juan Francisco Mora

Hoy celebramos el bicentenario de la gesta libertaria que permitió poner fin a un largo periodo de opresión española.

Las ideas de liberación de la dominación ibérica nacieron de forma inevitable ante la crítica situación en la que se postraba el país y fueron magníficamente propagadas por Eugenio de Santa Cruz y Espejo. Ebullían ideas movilizadoras, de esas que cambian y transforman la realidad.

Ideas que florecieron en el pensamiento colectivo de la gente, haciéndose piel en la pobreza y en la sensación de impotencia de no poder cambiar un estado decadente. Hombres y mujeres fueron preparando poco a poco las condiciones para la revolución.

El triunfo en Quito se convirtió en una causa nacional en la que confluyeron los héroes triunfantes de los combates en otras provincias liberadas previamente, así como también fue una causa bolivariana y latinoamericana. La Batalla del Pichincha fue, sin duda, un símbolo de unidad por la libertad.

El triunfo histórico permitió la autodeterminación de nuestro pueblo, significó la posibilidad de conducir a la nación de forma autónoma; esa autodeterminación al menos puso fin a una dependencia monárquica extranjera y dejó en nuestras manos las decisiones de desarrollo de lo que hoy es Ecuador.

200 años después miramos en perspectiva ese trayecto histórico por el que hemos transitado: errores y aciertos que han llevado al país a ser lo que hoy es. Desde hace dos siglos tomamos las decisiones por nosotros mismo y cada una de ellas han configurado el Ecuador del presente.

¿Cómo soñamos a nuestra nación para los próximos 200 años? ¿Qué decisiones debemos tomar para conducirnos hacia esa visión de futuro? ¿Cómo nos liberamos de las actuales cadenas opresoras? ¿Aprendimos de los errores de los últimos dos siglos?

Cualquiera que fueren las respuestas a esas interrogantes, la historia nos enseña con claridad el proceso a seguir: ideas rebeldes que se gestan en la indignación del pueblo por la situación del país, ideas que se contagian y movilizan, hombres y mujeres que se preparan para salir a luchar; pero, sobre todo, líderes movilizadores que amen incondicionalmente a la patria.