La permanencia de Jorge Yunda en la alcaldía de Quito, a pesar de estar destituido por una mayoría del Concejo Metropolitano, es un peligro para los intereses de la ciudad. El proceso de remoción no especifica qué sucede con los contratos clientelares ni exige una rendición de cuentas acorde a los pagos irregulares realizados a parientes y amigos. Tampoco fija una auditoría final coherente, sistemática, evaluada y sancionada a tiempo por la Contraloría. ¿Quién y cómo se pagarán los efectos del retraso del funcionamiento del metro instalado? ¿Cómo se traducirá en las tarifas del transporte? ¿Cuándo se repavimentarán todas las calles devastadas en la urbe y los valles de cercanía?
Un alcalde que desvaneció la ética pública y gobernó con un grillete electrónico en su tobillo por la importación de pruebas chimbas para detectar el coronavirus. Ni alma, ni corazón, ni hígado. Un impostor indolente que será recordado por su mutismo cuando grupos vandálicos incendiaron la capital durante las protestas de octubre de 2019. Arribista chabacano dedicado a firmar contratos como administrador de casino con dinero ajeno. Acaparador de frecuencias de radio y televisión cobijado más que locutor, tras el correísmo autoritario que intentó defenestrar la libertad de expresión del país.
La indignación y rabia de los vecinos de Quito se volvió centro de la radicalización anticorreísta para exigir la salida de Yunda. No hay duda de que el sector público tiene que reformar estructuras y oficinas heredadas del populismo autoritario, pero es urgente y superior detener las prácticas de corrupción y el continuismo. El manto de (des)vergüenza tendido por el caudillo de la ‘robolución ciudadana’ visible en el enjambre de maleantes alrededor de Yunda añaden deshonra. Los hilos con la empresa Geinco y la revelación de chats de su hijo son elocuentes. A eso se agrega la inmovilidad productiva, el desempleo de la pandemia y recrudecimiento de la crisis sanitaria que aceleró el nivel de hambruna y mendicidad, contagios y muertes.
Desde luego que Yunda se cae por estar desconectado del quiteñismo y desconocer la realidad de la ciudad, por ignorar los límites de los actos de indelicadeza irrefutables y el hartazgo de la gente honesta. El famoso diseñador alemán Spiekermann bien creía que hay muchas formas de hornear a los loros. Sea cantante o embaucador.
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