Yunda, el COVID y otras pandemias

Hace 10 días, entre broma y verdad, escribí en mi cuenta de Twitter: “A mí me asusta que Jorge Yunda sea como el COVID. Cuando creemos que la pandemia finalmente está por terminar, muta, regresa y se aferra”.

El 19 de julio, Santiago Guarderas fue posesionado como el nuevo edil de Quito.  En su discurso manifestó, “ha llegado la hora de dar como concluido este penoso capítulo en la historia de la capital. Pero, al mismo tiempo ha llegado la hora de pensar en el futuro de Quito”. Lastimosamente, el flamante alcalde poco pudo hacer por el futuro de la ciudad, pues su pasado inmediato regresó para quedarse.

Algo así como la celebración israelita por el fin de la pandemia. O como lo que enfrenta ahora mismo Estados Unidos con la variante Delta. Yunda es como el virus; no da su brazo a torcer. Desde el sábado ha vuelto a ejercer su mando, inaugurando obras y convocando a actos ceremoniales. Su mensaje es claro: ¡aquí nada ha pasado!

Pero la realidad es otra; ha pasado mucho.  A Yunda se le investiga por actos de corrupción. Sobre su hijo recae una investigación por sospecha de delincuencia organizada. El vacío político impera en el Concejo y la ciudad adolece falta de autoridad. Los días pasan y Quito no avanza. El Metro ve su inauguración cada vez más lejana. Los casos de COVID-19 siguen en aumento. La reactivación económica se estanca. La inseguridad se toma nuevos sectores de la ciudad.

Lo más preocupante es que los quiteños estamos cegados por otra pandemia, la de la impavidez. Parece que perdimos nuestro ímpetu de lucha. No conseguimos organizarnos. Ese grito de: “con Quito no se metan”, es ahora un mensaje apagado, sin energía. Parece que el COVID-19, la crisis económica, el desempleo y las vacaciones nos dejaron sin aliento. Pero, si no reaccionamos, esta crisis institucional en la capital ecuatoriana será un virus endémico con el que tendremos que lidiar por al menos dos años más.