Ya no existe la ‘izquierda’

En Ecuador, el ritual cansino de convocar a la “unidad de la izquierda” es ya un trámite estéril. En tiempos pasados, más simples y claros, ser “de izquierda” implicaba cosas concretas: ser comunista, marxista-leninista; destruir la democracia burguesa; industrialización y cultura proletaria; terminar con la propiedad privada; exterminar a los capitalistas, reeducar a sus retoños y confiscar sus bienes; masificar las artes y las ciencias; aspirar a una dictadura proletaria planetaria. Ahora, luego de ríos de saliva y tinta en discusiones bizantinas, experimentos, influencias y contradicciones, ‘izquierda’ es una mera categoría actitudinal.

Ser de “izquierda” conlleva, primero, creerse poseedor de una superioridad moral —juzgando inferior todo aquello que tenga que ver con los mundanos oficios de producir, vender, cobrar y ahorrar—. Por eso no molesta el dinero ni el confort que conlleva, siempre y cuando sea público o proveniente de donaciones. Segundo, implica odiar a quienes tienen la mayoría del poder y la riqueza, sobre todo porque se dedican a tareas que juzgan inferiores; la “izquierda” no censura, sino que fomenta, la envidia. Tercero, tiene que ver con aborrecer todo lo que tenga que ver con ese poder inferior: tradición occidental, blancura, religión, masculinidad. Cuarto, nada tiene que ver con estar a favor o en contra de la nación o del Estado; así como ha habido izquierda patriotera y burocratizante, también abunda la alienada y malinchista, que debilita y destruye sistemáticamente el Estado —incluso Estados construidos por ella, como la república que vio la luz en Montecristi.

‘Izquierda’ o ‘derecha’ ya no significa nada. La única división que viene al caso en la política nacional es la que separa a los que quieren tener un país de los que quieren apenas un próspero domicilio. Unos, sean más o menos estatistas, creen en la identidad y conciencia nacionales, tienen apego a la tierra y creen que un pueblo puede y debe elegir su destino; otros, da igual si “liberales” o “de izquierda”, aspiran apenas a unirse en las mejores condiciones que puedan a una cultura y un mercado pseudoglobales, a los que juzgan superiores e imparables, y cuyos términos han sido definidos por otros.