Y ahora, ¿quien podrá ayudarnos?

“Todo tiempo pasado fue mejor”, dice el pensamiento popular, aunque también se cree que no hay tiempo peor invertido que concentrarnos en el ayer y peor aún en el futuro, porque ese sí que talvez nunca llegue.

Entonces solamente vale el hoy, y aunque no deberíamos vivir amargándonos y tensos por todo lo que sucede a nuestro alrededor, se vuelve imposible no preocuparnos por el día a día, en el que  la vida nos exige trabajos y a pesar de nuestros empeños, no hay la tranquilidad para vivir, tampoco para producir, ni siquiera para caminar por las calles en paz.

Los guayaquileños viven en permanente zozobra. Están sometidos a una ola de violencia e inseguridad que no tiene límite. No hay día en que no exista alguna persona asesinada, en ocasiones por robos insignificantes; las novedades de muertes por sicarios, asaltos, despojos de la propiedad, son el pan del día. Guayaquil es una de las ciudades más peligrosas del continente en la que a pesar de los esfuerzos de la policía, la delincuencia supera todo pronóstico.

¿Y las autoridades? O aparecen en televisión, anunciando “los logros” en contra del hampa —los mismos que no pasan de los noticieros, porque en las calles se vive otra historia— o renuncian abrumados por la terrible realidad del país entero.

No se ven actitudes firmes, tampoco políticas claras, peor acciones concretas que pongan freno a los maleantes que hacen su agosto en las ciudades de la Patria.

No sé qué pasa con los militares que aunque manifiesten no estar preparados para la conflictividad urbana, deberían estar ya cursando capacitaciones para el control de la paz y el orden en las ciudades.

Ya no es hora de prepararse para la guerra. Si hace más de dos décadas se firmó la paz con el Perú y, sobre todo, hacen falta para controlar a las bandas narcodelictivas en las fronteras, para apoyar a la policía en el descubrimiento de laboratorios clandestinos en los que se elaboran drogas; finalmente, para rondar por las calles, dejando en los cuarteles cualquier partido de ecuavoly para otros momentos.

Por ventaja hay varias generaciones castrenses que se han formado, graduado, ascendido, jubilado y morirán sin guerra, pero no pueden cobrar sus sueldos dentro de sus dependencias, no son muy útiles ahora los simulacros de guerra para guardar la heredad territorial, ya no, porque en las plazas, avenidas, parques, en los barrios, se ha desatado la criminalidad en todas sus formas.

En este escenario delincuencial en el que vivimos, no sé si añoramos el pasado porque nos asusta el presente y no tenemos esperanzas en el futuro. Me refiero a un pasado bastante añejo, no al de la Revolución Ciudadana, porque ese fue recientemente nefasto y aun responsable del descalabro actual, el mismo que definitivamente el gobierno actual no atina a resolver.