¿Votar pensando?

Matías Dávila

Matías Dávila

¿Eso es posible? En una película protagonizada por Ricardo Darín, hay una escena donde a una mujer con Alzheimer se le niega el permiso para casarse por el culto católico. El sacerdote le explica al hijo de la novia que el matrimonio es un contrato y que, como tal, debe celebrarse con pleno uso de las facultades mentales, con conciencia plena. Darín le responde al sacerdote que eso debieron decirle cuando él se casó; era tan joven que no tenía ni lo uno ni lo otro y que finalmente terminó por divorciarse.

Cuando el señor Vargas Llosa nos dice que la culpa de la debacle es nuestra por no saber votar —lo que me parece una tremenda estupidez—, me pongo a pensar: ¿realmente se puede votar pensando?

Ya en los noventa se sabía que las contiendas políticas no se daban entre candidatos sino entre estrategas de marketing político. Hoy, luego de haber conocido casos como el de Cambridge Analytica, no hay dónde perderse. Las elecciones son una pantomima que aglutina voraces apetitos, ofrecimientos que si no se cumplen no pasa nada (Moreno cumplió el 45% de su programa y se fue a gozar de su retiro) y, lastimosamente, la galopante necesidad de los estratos más desfavorecidos, que de un tiempo acá ya no votan por el que les da la camiseta o el colchón, sino que votan para patear el tablero… ese fue el caso de Yunda.

¿Qué es lo que hay que pensar para votar? ¿Que sea estudiado tal vez? Mahuad era más preparado que una sopa de sobre. ¿Que sea ‘bien parado’ para enfrentarse a la corrupción? Miremos el caso de Correa. ¿Que tenga plata para que no vaya a robar? Miremos el caso de Lasso y lo que ahora mismo está pasando en su círculo íntimo. ¿Que no pertenezca a las clases privilegiadas para que vea por el pueblo? Ahí está el caso de Yunda. ¿Que sea un ‘contracultura’ al que le importe un bledo el sistema porque ‘peor no podríamos estar’? Ahí está el caso de Bucaram. Entonces, genios, ¿en qué mismo hay que pensar para votar?