Vivir el día al día

Manuel Castro M.

Un ‘ocurrido’ quiteño a los pocos días de iniciado un nuevo año decía: “Ya se acaba el año y no hemos hecho nada” y “Lo sé porque más he consultado la vida que los libros”. Su pequeña filosofía consistía en vivir el día, el presente, y no al día, pues afirmaba: “Tengo muchas deudas para estar al día”. Coincide por supuesto sin querer con Omar Kahyyam: “Que tu pensamiento no rebase el tiempo presente; he aquí el secreto de la paz”.

Hoy vivimos un nuevo año, el 2023, que es un acto de fe, lleno de promesas y esperanzas. La verdad es que solo hay el presente, el pasado no existe (pero hay como cambiarlo) y el futuro ya es presente. Lo único que tenemos es el tiempo que no hay que desperdiciarlo y hay que hacer lo que se tiene que hacer, es decir confiar en uno mismo, como sostiene Benavente: “La  vida no es detenerse, sino caminar,  por caminos buenos y malos, por atajos o por encrucijada.”

El mismo personaje de calles y cantinas cuando algún progresista le señalaba que el país estaba bien mal le contestaba: “Cholito, casi bien, ya está bien”, después no enteramos que la frase -como todo lo de él- era prestada, coincidente con su actitud ante sus acreedores: “La deuda vieja no hay que pagarla y a la nueva hacerla vieja”.

En medio de tantas tribulaciones políticas, sociales, de salud, de inseguridad, hay que vivir no esperar el mañana, pues el inexistente futuro nos puede coger muertos. No esperar ni del gobierno, ni de la oposición la solución de todos los males, peor de la multitud como afirmaba Chateaubriand (un delicioso plato para quien solo ha consultado la vida): “Una multitud es como un vasto desierto de hombres.” O: “Donde más gente hay, más tontos caben”. Y con San Agustín (no el templo): “Hay que hacer cosas útiles más bien que cosas admirables”;  la Asamblea Nacional: dictar leyes no tumbar al gobierno; y este: olvidar de ofrecer y trabajar  a tiempo completo.

Entonces se puede concebir un día, no un mes , peor un siglo, lo grave “es la víspera de algo” y “el pasado es plástico y el futuro también” (Borges), aunque el quiteño de marras sostenía esperanzado: “Mi futuro es el chuchaqui”.