Virtudes olvidadas: la fidelidad

Muchos ensayistas de los tiempos actuales han reflexionado sobre una característica innegable de la sociedad contemporánea: la convicción generalizada de que no existen ni lazos, ni valores, ni verdades, ni uniones permanentes; todo cae en el abismo de la caducidad; lo efímero reina incontrastado. Vivimos el imperio permanente del instante, valga el oxímoron.

Por eso casi nadie se preocupa por la caducidad de las relaciones interpersonales, se ha convertido en normal lo que siempre fuera la excepción; hoy en día las personas fieles son merecedoras del epíteto de raras y de anticuadas. Si hablamos de amor, este ya no se entiende como una decisión madura de permanecer unidos en el afecto, en la entrega mutua, en la búsqueda de metas comunes, en el saberse mutuamente disponibles, el uno para el otro. No. Hoy día casi nadie inicia un proyecto no económico con ansias de duración, pareciera que tan solo los negocios deben durar para gozar de sus rendimientos monetarios, todo aquello relacionado con temas no útiles, lo que concierne al corazón para decirlo a la antigua, no recibe cuidados especiales; el permanente anhelo juvenil de ver perennizado el propio amor  a la joven esplendorosa ha desaparecido. Hoy solo se busca el goce pasajero, la caricia volátil, el beso superficial.

Esta trágica talente poco a poco despersonaliza a los seres humanos, les convierte en meros instrumentos al servicio del poder tanto mediático como económico y político, pues sin raíces de fidelidad a algo duradero todos pueden ser llevados de un lado para otro sin dificultad, como se lee en El Principito.

Otra consecuencia de este vivir el momento y nada más, sin perspectiva de pasado ni de futuro, conduce, además, a establecer a las gentes en una permanente inmadurez, porque como escribió Emmanuel Mounier: “Los hombres alcanzan su plena madurez cuando han escogido fidelidades que valen más que su vida”. En nuestro mundo occidental y excristiano, ya nadie quiere morir por nada,  muchos ya caminan  muertos sin lazos con otros, pues solo los lazos dan vida.