Viejos queridos

Los políticos y las políticas deberían pasar por ahí para dimensionar el valor de la dignidad y la altivez. Mientras los jubilados llegaban con un acompañante, cientos de políticos caminan con guardaespaldas. 

Hace una semana, mi mamá recibió la segunda dosis de la vacuna. Ella es adulta mayor y está jubilada. Era un sábado por la mañana y asistimos a un punto de vacunación del IESS sin “saltarnos la cola” y con las mismas expectativas de millares de personas que se encontraban ahí y que habían llegado con un acompañante. A esta altura de la vida, lo más preciado para quienes llenábamos ese centro de atención era la salud y la satisfacción de que nuestros viejos, a quienes les debemos tanto y que no nos alcanzaría nuestra vida para retribuir su esfuerzo, sean inoculados. Después de un poco tiempo se produjo el pinchazo y regresamos a casa.

En diversos instantes imaginé la suma de años que, literalmente, se encontraba en el mismo sitio: años de experiencia, de haber sobrellevado dificultades, de miles de horas de trabajo, de levantarse muy temprano por las mañanas, de recibir golpes en sus vidas, de salir adelante sin detenerse, de ganarse el pan con sacrificios, de trabajar por un mejor país, pese a los malos ciudadanos que se han llevado al Ecuador en actos de corrupción e impunidad. En el puesto de vacunación hubo jóvenes médicos, enfermeras, trabajadores sociales, personal organizativo para retribuir la atención que nos han dado nuestros viejos.

Y como la vejez no es la misma para todos, muchos de los adultos mayores llegaron en sillas de ruedas, otros caminando con soltura, algunos habían absorbido el paso de los años y no aparentaban su edad y algunos silenciosos esperaban la vacuna. ¡Cómo hubiese querido que un buen porcentaje de la clase política esté ahí para mirar lo valioso que ha sido y es nuestro país, que toda esa gente había llegado al punto de vacunación sin que nadie le señale en la calle o sea flanco de algún rumor perverso! Los políticos y las políticas deberían pasar por ahí para dimensionar el valor de la dignidad y la altivez. Mientras los jubilados llegaban con un acompañante, cientos de políticos caminan con guardaespaldas. Así de claro. Sin duda, habrá excepciones, pero son eso: excepciones. A los jubilados, gracias.