Vacunarse o no vacunarse, esa ya no es la cuestión

La disyuntiva sobre acceder a la vacuna ya no debería ser un tema de debate entre la población. No estamos en 2020 cuando, mientras el virus azotaba sin piedad, todavía nos preguntábamos si inocularse con una fórmula desarrollada en tan corto tiempo sería contraproducente para la salud. Todavía era válido escoger el tipo de vacuna, e incluso esperar un poco para estar alertas sobre posibles efectos secundarios.

Pero ya no estamos en 2020, ni a principios de 2021, estamos cerrando un año que, si bien nos ha permitido una leve normalidad (gracias a las vacunas) todavía siente los rezagos de una nueva ola de contagios a nivel mundial.

En nuestro país, a pesar del incremento en el número de casos, las unidades de cuidados intensivos y las camas hospitalarias no han colapsado. ¿Por qué? Porque tenemos a más de 12 millones de ecuatorianos inoculados. Entonces, ¡no hay discusión! Las vacunas funcionan. Evitan, en la mayoría de los casos, que existan complicaciones graves.

Parece inverosímil, pero, aun así, hay personas que se rehúsan a la vacuna. Incluso después de que el gobierno decretara como obligatorio el carné de vacunación para ingresar en instituciones públicas y a ciertos espacios privados que congregan multitudes. Sé de personas que han preferido renunciar a su trabajo, antes que ir a un punto de vacunación. Lo cierto es que hasta ahora sabemos que la vacuna no mata, el virus sí.

Para muestra un botón. Líderes antivacunas, como el evangélico Marcus Lamb, el austriaco Johann Biasics y el deportista belga Frederic Sinistra ya han fallecido por complicaciones respiratorias luego de ser diagnosticados con Covid-19. Los negacionistas tienen perdida la batalla, a menos que ellos mismos quieran ganarla. Espero, de corazón, que entre sus propósitos de la primera semana de 2022 esté como prioridad la administración de la primera dosis y que lo hagan por ellos mismos, por sus seres queridos y por el  bien común.