Uvalde

El domingo pasado el presidente Biden fue a Uvalde, Texas, a presentar tributo a las familias de los 19 niños y las dos profesoras asesinados el martes 24 de mayo en la mayor masacre en un tiroteo escolar en EE.UU. Los tiroteos en escuelas se han convertido allí en algo habitual. Las cifras son perturbadoras. Desde los años setenta ha habido alrededor de 1.400 tiroteos en escuelas.

En 2002 Michael Moore lanzó un documental donde analiza críticamente la cultura pro-armas de este país: ‘Bowling for Columbine’, en nombre del colegio de Colorado donde, en 1999, dos alumnos asesinaron a 12 estudiantes y un profesor. Ganó un Oscar, un Palma de Oro en Cannes, entre otros reconocimientos, pero no cambió nada. Las cifras no hacen sino crecer.

Tres días después de la masacre tuvo lugar en Houston, Texas, la convención de la Asociación del Rifle, el lobby pro-armas más poderoso de EEUU. Este poderoso grupo, con más de 5 millones de afiliados, entre ellos prominentes figuras públicas, defiende el derecho a portar armas. Se fundamentan en la Segunda Enmienda de la Constitución, aprobada en 1791, que protege el derecho a poseer y portar armas. Existen hoy alrededor de 390 millones de armas en manos de civiles en EEUU; es decir, más armas que ciudadanos (EEUU tiene 330 millones de habitantes). La Convención se desarrolló pese a la crítica de muchos que exigían respeto y pudor por la reciente matanza. Pero la asociación hizo caso omiso.

Previo a su ingreso a la convención, el expresidente Trump declaraba a la prensa que el problema no es la venta de armas, ya que “la mejor forma de parar a un mal tipo con un arma, es que lo enfrente un buen tipo con un arma”. Es decir, para Trump la solución es que los “buenos tipos” demuestren su bondad ganando un duelo a tiros a los “tipos malos”. Por su parte, el senador republicano por Texas y excandidato a la Presidencia, Ted Cruz, dijo que se debería reforzar las escuelas y exigir que tengan un solo acceso por el que pasen los estudiantes, docentes, trabajadores y visitantes. Es decir, antes que imponer una ley que prohíba la venta de armas a civiles, es mejor cambiar todas las instituciones escolares. Está claro que ambas declaraciones son, literalmente, una barbaridad.

También está claro que este es un debate complejo y quizá inútil en los EE.UU. En cualquier república moderna el uso de la fuerza y las armas es monopolio del Estado, manifestado explícitamente en la Constitución y las leyes. En EE.UU. hablar de la prohibición de portar armas es tan delicado como hablar de la libertad misma. La historia, además, ha demostrado que cada vez que hay un tiroteo se enciende el debate, pero se apaga con el tiempo, hasta el siguiente tiroteo; y así pasa la vida… y la muerte.

Pese a que parece improbable, ojalá los líderes políticos tengan la valentía de admitir que este es un grave problema de la sociedad; textualmente, de vida o muerte. Caso contrario, su inacción no solo será irresponsable sino también imperdonable.