¡Un puma ha sido asesinado!

En un diario de circulación nacional se publicó la noticia de que un puma había sido asesinado en algún lugar. De acuerdo con el uso constante de la lengua castellana el verbo “asesinar” significa: “Matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa”. Por otra parte el diccionario define “alguien” así: “Designa una o varias personas cuya identidad no se conoce o no se desvela”. En el sano uso de nuestro idioma no se debe usar “asesinar” en el sentido de matar a un animal, pues este no es persona (la cual es definida como “Individuo de la especie humana”). Evidentemente el problema no es de índole gramatical o lingüístico, sino conceptual. Detrás de la peregrina redacción de la noticia, descontando la falta de conocimientos, se halla la ideología del animalismo, la misma que pretende que los animales no racionales tienen la misma dignidad que la persona humana.

Es verdad de a puño que la Naturaleza debe ser respetada y cuidada, que los animales han de ser protegidos y amparados, pero de allí a identificar un puma, un cóndor, un pollo, con un ser humano hay un abismo. Por eso los signos de admiración del título de esta columna.

Al mismo tiempo se ha desatado una campaña contra quienes defendemos la vida del ser humano desde la concepción hasta la muerte natural. En este caso, paradójicamente, cuando se mata a una persona en el vientre de su madre ya no se trata de asesinato, sino de una simple y aséptica “interrupción del embarazo”; de hecho, para ciertas personas, el puma, el cóndor, el pollo, tienen más valor que un ser humano. Es más, a quienes defendemos el derecho del nasciturus a vivir, nos tildan de “antiderechos” de manera dogmática.

No me siento cómplice de asesinato cuando como alitas de pollo o chuletas de puerco, aunque lamento la matanza sin sentido de un puma o de un perro. Pero confieso que mato sin remordimiento a una rata o a un mosquito anofeles.

Para terminar: desde esta modesta columna envío mi apoyo al Señor Presidente por el veto parcial a una nefasta ley. No ha alcanzado la perfección por las limitaciones legales; sin embargo, se ha cumplido aquello de que “lo mejor es enemigo de lo bueno”.