Un problema de todos

El fenómeno de la violencia es un problema de toda la ciudadanía. Desde hace años vemos cómo crece por distintas causas, como el incremento del narcotráfico, el desempleo y la descomposición social. Puede que la migración desordenada incida también en el aumento de la violencia, pero no porque las personas que vienen de otros países sean más violentas, sino porque los procesos migratorios urgentes y desesperados traen a gente pobre que viene a empobrecerse más en el territorio ecuatoriano. No obstante, en ese grupo migratorio prima la gente trabajadora y honesta con posibilidades de insertarse en la sociedad de manera ordenada, como muchos lo han hecho. Hay que tener mucho cuidado con la manera en que entendemos a la migración para no caer en estereotipos xenófobos que debilitan aun más el tejido social.

Hubo gobiernos que favorecieron el asentamiento de grupos delictivos en nuestro territorio, pero el elemento de los valores ciudadanos también es un factor a tener en cuenta. Se ven expresados, por ejemplo, en el alto nivel de violencia machista; cada vez son más conocidos los casos de hombres que agreden a sus parejas y las matan. La violencia vicaria es una constante en nuestro país y también son muchos los que se niegan a asumir la responsabilidad sobre sus hijos. No podemos esperar que las autoridades públicas solucionen el tema de valores de convivencia. Eso nos corresponde a cada uno de nosotros en nuestros hogares, con nuestros hijos, en nuestras relaciones.

Sin embargo, sí debemos exigir a quienes nos gobiernan medidas concretas para erradicar el fenómeno de la violencia. Es hora de un pacto que incluya a todos los niveles de la sociedad. La sociedad civil, a través de sus vocerías, gremios, iglesias, asociaciones, colegios profesionales, universidades, debe asumir el liderazgo de un país que va por un camino muy dramático y del que debemos rescatarlo.