Un par de meses fatídicos

Alejandro Querejeta Barceló
Alejandro Querejeta Barceló
  1. S. Eliot, el poeta norteamericano, en un poema dijo que abril era el mes más cruel. Quien se asome a los que Lasso lleva en la presidencia podría afirmar que noviembre y diciembre serán sus meses más crueles. La crisis carcelaria es una bomba que le explotó entre las manos. Sus proyectos de leyes de carácter urgente, que se “digieren” en la Asamblea Nacional, han hecho que la oposición, hasta ahora tan fragmentada, encuentre más de un tema en que coincidir.

Pero la realidad va por delante. De lo que salga de este par de meses fatídicos depende su destino en Carondelet y de sus originales planes de gobierno. Los principios que dice sustentar le obligan a dar pasos difíciles o arriesgados, aunque le acusen de autoritario. Anteponiendo los hechos y la verdad a la ideología, al presidente Guillermo Lasso no le queda otro remedio que echar mano a los decretos de emergencia y, en lo adelante, gobernar con ellos.

¿Cómo logrará que la recuperación y el despegue de la economía sean palpables? ¿Cómo, en paralelo con el adecentamiento del costoso sistema de prisiones, otrora muy publicitado y elogiado? ¿Cómo pagar las deudas externa e interna, cobrar nuevos impuestos, implementar políticas sociales, una reforma laboral, controlar la corrupción y mantener la seguridad pública? ¿Cómo acabarán las negociaciones con el movimiento indígena?

Difícil decirlo. Todos estos frentes abiertos en medio de una crisis cuya solución no es de corto plazo. Una crisis sistémica que no se resuelve con “elaborar recetas fáciles” que podrían resultar un poco forzadas. Los ojos están puestos en la fórmula de Lasso para salir de este laberinto. ¿Gobernará siempre mediante decretos? ¿Lo hará mediante referendos? ¿Una nueva asamblea constituyente?

No se decide el porvenir de un gobierno, sino de toda una república. Se imponen el rigor y la transparencia, no sólo en el Ejecutivo, sino en el resto de los poderes del Estado, corresponsables de la crisis y de su solución. Hay que dejar atrás discursos vacíos, el frentismo y la violencia, el desorden, las contradicciones, los personalismos y los desvaríos. Buscamos firmeza en las respuestas, pero se requiere honestidad en las preguntas.

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