Ucrania: ¿una paz de rodillas?

Ugo Stornaiolo

Se cumplieron tres años de lo que Vladimir Putin llamó “un paseo militar ruso sobre Ucrania” y que esa acción “reivindicativa” duraría “no más de cinco días”. Tres años después, la “poderosa” fuerza rusa es un pálido reflejo del valeroso ”ejército rojo” que resistió a Hitler entre 1941 y 1944, cuatro años que significaron un quiebre de la segunda guerra mundial en favor de los aliados.

La Rusia del zar soviético Putin está logrando lo que buscaba. La reconquista de Ucrania permitió que el ejército ruso obtenga un 20% del territorio ucraniano. Pero no contaban con la resistencia ucraniana que, por momentos, doblegó a la milicia rusa. Claro, Putin no es Stalin (trata de parecerse) ni Zelenski es Hitler (así intenta posicionarlo la propaganda rusa).

La llegada de Donald Trump a la presidencia en EE. UU. provocó un giro en la estrategia de la OTAN, y específicamente de los países europeos, para proseguir con la defensa de Ucrania. Las ayudas económicas y militares no funcionan, tampoco las sanciones de los estados europeos a Moscú y ni siquiera las resoluciones de la ONU.

Tatiana Stanovaya, figura opositora rusa en el exilio, señala que “el objetivo -de Putin- es obtener una Ucrania sin potencial bélico, con una Constitución reescrita y con la garantía de su no ingreso en la OTAN. Putin también está dispuesto a que estas negociaciones fracasen. Para el Kremlin, Occidente no puede revertir sus ganancias territoriales y evitar la desintegración de Ucrania”. Putin quiere una Ucrania “amistosa” en sus propios términos y Trump acordó con Zelenski la cesión de las tierras raras ucranianas (con yacimientos mineros y gasíferos) a EE. UU. para resarcir el gasto bélico estadounidense.

Tanto Putin como Trump quieren que Ucrania firme una paz de rodillas. La Unión Europea cuenta poco en este juego geopolítico donde el autócrata ruso quiere negociar con todas las ventajas, pero declara que “nadie quiere excluir a Ucrania de las negociaciones”.

Tres años de una fatigosa invasión y ocupación rusa de Ucrania que causó más de 10 millones de exiliados ucranianos dentro y fuera del país y una cifra de alrededor de un millón de muertos y heridos en ambos bandos (la mayoría, unos 800 mil rusos).

A Trump no le interesa esa guerra, quiere que termine ya, aunque se percibe su parcialidad hacia Putin (de Zelenski dijo que es “un dictador nunca electo y un cómico mediocre”). Ucrania está sola y sus aspiraciones de conservar territorio, entrar a la OTAN y vivir en paz con su vecino son lejanas. Será una paz firmada de rodillas.