Ugo Stornaiolo
“Hicimos carreteras”, defiende la RC, pero Hitler también construyó carreteras. Es contradictorio, porque los seguidores del socialismo del siglo XXI se dicen de izquierda y se unieron a los despojos del socialismo real del siglo XX –Cuba y Nicaragua– y a los totalitarismos de China, Rusia o Corea del Norte, aunque las raíces del socialismo del siglo XXI tienen más de fascismo y nacionalsocialismo.
Para Norberto Bobbio, el histórico es el fascismo italiano, que luego traspasó la frontera y se volvió internacional al vincularse en Alemania con el nacionalsocialismo y se extendió a movimientos o regímenes con esas características, organización y finalidad política.
El fascismo no es un fenómeno del oeste de Europa. Llegó al este, tras la caída del muro de Berlín a fines del siglo XX. Resurgió en Hungría, Austria, Francia, Rusia o Italia y Alemania, con Marine Le Pen, Meloni o Viktor Orban, considerados de derecha. Pero, el rasgo ideológico varía.
El fascismo es un sistema de dominación de monopolio de un partido único y de masas, organizado jerárquicamente, con una ideología basada en el culto al caudillo, igual que en el socialismo del siglo XXI: la Venezuela de Maduro y el Ecuador de la década de Rafael Correa.
El fascismo encuadra a una sociedad en crisis en una dimensión dinámica y trágica promoviendo la movilización de masas en la identificación de las reivindicaciones sociales con las nacionales, atrayendo a los votantes con el mesianismo de los líderes.
Aunque el correísmo sería una reinterpretación del socialismo histórico (Marx, Lenin y Stalin) no es más que un nacional socialismo matizado, inspirado por Hugo Chávez, cuyas ideas recalaron en la región. Fidel Castro y Daniel Ortega, al constatar el fracaso del socialismo real en Cuba y en Nicaragua, se adscribieron, con el petróleo venezolano de por medio.
El socialismo del siglo XXI no es socialista ni del siglo XXI. Sería una metamorfosis o hibridación del capitalismo de estado, cuyo ideólogo es el filósofo Byung Chul Han, inspirador del sistema surcoreano, matizado con fascismo.
El Estado es el eje de la economía en un modelo capitalista en la gestión pública de la producción. El término se usa en sistemas autodefinidos socialistas o comunistas, que no lo son. El correísmo no es ni puede ser socialista; a lo mucho estatista. Tomó características del capitalismo de estado combinado con el despotismo de gobiernos autócratas: la China de Xi Ying Ping, la Norcorea de Kim Jong-un o la Rusia del ‘zar soviético’, Putin.