Toca descansar

Creado el mundo, al séptimo día tocó descansar. Nos toca descansar de la política. Apenas el presidente Lasso lleva una semana de tratar de gobernar, de solucionar los inmensos problemas que tiene el país, de encontrar  dinero y  vacunas. Sus ministros, en su mayoría jóvenes, están empeñados en pasar a la historia como los mejores colaboradores. Escobas nuevas pero honestas y preparadas. Pienso en la frase de Oscar Wilde: “Algunos llevan la felicidad allí donde van, otros la crean cuando se van”. Creo que un principio de felicidad ha sido la ausencia casi total de correistas en el equipo gubernamental, pues su pasado ha sido oprobioso: sobornos, coimas, mentiras, golpes bajos a la democracia, imposición de una Constitución que no es ley suprema.

Más la realidad no permite tomar vacaciones. Los “coletazos de la pandemia”, como dice Oppenheimer, son inevitables y llevará buen tiempo solucionarlos: confinamiento, desempleo, ausencia de clases presenciales, estancamiento económico, resentimiento social. Aparte del dolor causado por la plaga aparece una juventud desesperada: ni trabajo ni estudio. En  parte  explica lo que sucede en Colombia, explotada hábilmente por el engañoso populismo y por los fanáticos de alterar el orden a base de actitudes supuestamente revolucionarias que causan solo muerte, violencia.

Perú puede sufrir el mismo colapso socialista radical. Ojalá impere no precisamente la razón sino el conocimiento de lo que sucede en Cuba, Venezuela, Nicaragua, y de lo que está a punto de acaecer en Argentina; países que juegan a “progresistas”,  pero que  para mantenerse fraguan elecciones, imponen  represión, coartan  libertades. Frente a ello muchos intelectuales con hipocresía abundan en disquisiciones demagógicas para negar el mal que está a la vista, un rasgo lamentable en los políticos y “pensadores” en la historia de Hispanoamérica, tal vez porque vivimos cerca de 400 años en monarquía y apenas 200 tratando de ser repúblicas.

Hay que esperar nuestra madurez democrática con calma. Ya hemos vivido en carne propia el engañoso populismo. Ahora marchamos por la causa adecuada a buen ritmo.