Tiempo extra

No salimos del asombro por la acumulación de masacres en las cárceles y el récord de muertes violentas en el país. Nos deja aterrados que, de forma simultánea, persista el desempleo masivo mientras la inflación aumenta. Y que ya no sea sorpresa el desgobierno abierto en muchos frentes, la salubridad globalizada, el circo de la política o la venta inobjetable de bienes de la nación que describen el relato lúgubre por el que transita nuestra sociedad, casi asfixiada, y cada vez más violenta.

Precisamente parecerían elementos culturales narrados desde la óptica dentro de un estadio de fútbol. No en vano, en el último clásico del astillero entre Barcelona y Emelec no importó el marcador final ni la situación deportiva sino la violencia desatada trasladada desde la calle y las conductas inapropiadas, hasta delictivas, que se vivían en los graderíos. Una compleja realidad que heredan las nuevas generaciones, acostumbradas a contemplar la bronca directa y el asalto en la esquina como asunto cotidiano propio del paisaje urbano. Pues, si las noticias cuentan sucesos de dinamita, armas y municiones en los barrios, el espectáculo del hincha de la actualidad se matiza con bengalas, puñetes y la absolución de una prensa cómplice.

Por la razón que sea, la sobria fiscal Diana Salazar acudió a la Asamblea a razonar la crisis institucional del Estado y soportar un griterío entre profesionales de la política confrontados. Esto nos recuerda que no solo mantenemos un sistema político nefasto desconectado de la necesidad de la gente sino que hay agrupaciones en un poder legislativo que no se diferencian entre ellas; un espejo de corrupción, egoísmo, falta de empatía, irrespeto, suprema mediocridad e insensatez ideológica.

De ahí, la falta de debate en temas críticos como la venta del Banco del Pacífico, el retorno de bienes a los hermanos Isaías, el precio de las gasolinas, el cobro de la Corporación Financiera Nacional, las carreteras y escuelas destruidas, el desabastecimiento de medicinas, la ‘muerte cruzada’ o el uso populista del ‘habeas corpus’ para alimentar más el narcotráfico. La sospecha es que seguimos en manos de simples defraudadores jugando un partido de fútbol, perdiendo en tiempo extra.

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