Tibieza informativa

Es muy curioso que quienes se oponen y critican la convergencia mediática, aquellos que la ven como un arma del capitalismo y de las grandes transnacionales, son los más activos en las redes digitales. Más aún en los momentos actuales.

Y su participación no es ingenua ni inocente. Son quienes más desinforman, son los que más polarizan y los que más critican a los medios de comunicación que ejercen un oficio periodístico.

Desde su activismo y proselitismo no convocan al diálogo sino a la radicalización de medidas, desacreditan a periodistas y los insultan; con su discurso y actitud de siempre tener la razón, logran que cualquier periodista sea atacado, pues se erigen como autoridades extremas, como sacerdotes que dan liturgia con una catequesis moral y radical.

Ellos se convierten en las únicas fuentes válidas; en los opinadores con la última palabra. Son todo lo que criticaron, pero desde la otra orilla, entonces sí es válido porque son ellos y no los otros.

En este proceso social, todos estamos en orillas diferentes, pues al no adscribirnos a ningún bando y buscar un consenso, somos opositores de ambos, y por ende, como dice la Biblia, somos tibios… Pero lo caliente quema y lo frío congela. Lo tibio no es debilidad, lo tibio, si bien es comodidad, también es cesión.

Sí, debemos ser tibios porque no queremos imponer nuestro punto de vista, porque no queremos convencer de que lo que pensamos es lo único que debe existir. El tibio es el negociador, el pacificador, el que escucha y luego habla.

Los medios de comunicación informativos deben ser tibios: ni fríos ni calientes, como los definió McLuhan. Deben ser tibios: escuchar a todos, recoger las voces de todos, para que los receptores lleguemos a un punto medio que no nos queme ni nos congele.

En las redes, los opinólogos y críticos mediáticos van con sus martillos clavando sus verdades y destruyendo las de los otros, y esos clavos no sirven para colgar nada ni para juntar o arreglar partes.

Busquemos la tibieza en la comunicación, el equilibrio en la información. Hagamos del periodismo un oficio donde todos nos escuchemos y no donde solo unos se crean las únicas voces, como dioses apocalípticos que nos llevan a abrasarnos o a helarnos.