Rosalía Arteaga Serrano
Parece que una serie de males están incidiendo sobre Ecuador; ocurre con las inundaciones que afectan a buena parte del país y ahora con el movimiento sísmico, que ha dejado un saldo trágico en vidas y daños de instalaciones y casas.
Vale la pena pensar en qué podemos hacer las personas y los gobiernos para paliar las situaciones, para que el golpe no sea tan grave por el impacto de la naturaleza en determinados momentos. Sabemos que los fenómenos telúricos no son posibles de predecir. Sin embargo, tanto en el caso de movimientos sísmicos como en los de inundaciones, sabemos que sí hay cómo tomar ciertas precauciones que eviten que el impacto sea mayor; así, por ejemplo, no hacer construcciones en cauces secos de ríos o en quebradas, y tomar una cierta distancia del mar, ahora que sabemos que la subida del nivel de sus aguas es paulatina pero permanente.
Si tenemos el tema pendiente, como una espada de Damocles, de la erupción del Cotopaxi, anunciada por todos los expertos vulcanólogos, y también por el penacho, los rugidos, las cenizas que se desprenden del mencionado volcán, lo lógico es consultar qué se debe hacer. Por ejemplo, precautelar los servicios de agua en caso de erupción, tener alternativas para que no se anule el servicio, construir especies de desaguaderos que ayuden a canalizar los flujos de lava y de agua de deshielo en caso de una erupción masiva, etc.
De igual manera, se ha visto, con los ejemplos de países frecuentemente afectados por sismos, como Chile o Japón, que las exigencias municipales para las construcciones deben incluir la preocupación por lo antisísmico, de tal manera que sean edificios más seguros frente a movimientos sísmicos mayores.
Hay alternativas, lo importante es usarlas y prevenir en lo que se pueda el impacto de los fenómenos naturales.