Sordera histórica

Incluso antes de que el Gobierno desarrolle su proyecto, ya está siendo furtivamente combatido, con dogmas, tales  como que sus ideas son neoliberales, de derecha; como si el progreso y la libertad tuvieran un plan preconcebido malvado.

A veces, como sucedió en la Alemania de Hitler, en la Italia de Mussolini y en la Rusia de Stalin, a pesar de iniciales triunfos, terminan “friéndose en su propio jugo”. “Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad ya es incurable” (Voltaire). La gran  mayoría no sabe escuchar; parece, pues,  tener razón Hegel: “La Historia nos enseña que los hombres nunca aprenden de la Historia”.

O lo más grave aprenden a medias: aún hay neonazis, fascistas, extremistas de derecha, comunistas radicales a quienes poco importa aquello que se le fue a  K. Marx: “El capitalismo es una destrucción creativa”. El Ecuador de hoy, con las justas, ha dado un paso adelante. Pero existen   las acechanzas. Incluso antes de que el Gobierno desarrolle su proyecto, ya está siendo furtivamente combatido, con dogmas, tales  como que sus ideas son neoliberales, de derecha; como si el progreso y la libertad tuvieran un plan preconcebido malvado. Pero a las libertades,   transparencia económica,   derechos humanos, nadie les detiene. La represión funciona tal vez solo en China, Rusia, Venezuela, Nicaragua (la que elimina precandidatos, por si acaso al dúo Ortega- Murillo  podría alguno derrotar en las próximas elecciones).

Henry Ford afirmaba y tuvo éxito: “Si todos nos movemos hacia delante triunfaremos”. Por supuesto hay límites. Un hecho es algo muerto; una idea es posible. Si el Gobierno avanza con ética en busca de  prosperidad, salud y educación, todos avanzaremos; los pobres primero, porque dejarán de ser víctimas, como el populismo trata de convertirlos para obtener sus votos. La pandemia será un hecho muerto.  El confinamiento  es provisional; las dictaduras son perpetuas.

En verdad Latinoamérica tiembla frente al avance del izquierdismo radical o socialismo marxista. Las ideas no son peligrosas,  son liberadoras, pero los que las utilizan perversamente son los peligrosos. Los que con la violencia de mano ajena preconizan que “No es difícil morir” no quieren admitir que “lo enormemente difícil es  vivir” (B. Shaw), porque esta actitud  exige trabajo, sacrificio, solidaridad humana y amor.