Soluciones erróneas

Vivimos tiempos difíciles. La gobernanza exige cautela, todavía más ahora que el “invisible” virus cobra numerosas vidas y destroza la economía de pequeños y medianos,  corroyendo de miedo a la sociedad y llevando a las personas a la soledad existencial.

Las redes bullen con ‘fake news’ fabricadas por todos los bandos. Por otro lado, ingresamos a un estado de violencia, donde el crimen por encargo siembra temores, los atracos son continuos y hay mafias apoderadas del país.

El enfoque de quienes pretenden hacer política es permanente controversia, nada positivo, en medio de la tormenta de acecho neoliberal. Algunos países buscan cambios para el fracasado sistema, pues  la concentración de riqueza en contados grupos o personas desarma al Estado, creando conflictos que germinan sociedades poco democráticas y explosivas que conducen a lo menos deseado,  el autoritarismo del capital.

Se pretende convencer que vendiendo las empresas productivas y rentables del  Estado las cosas estarán mejor y darán réditos a la economía, pero no será la de todos. Al pasar a manos privadas se destruyen enormes cantidades de puestos de trabajo, implicando menor número de consumidores y afectando al mercado. Los  “emprendedores” que se lancen al mar serán limitados y pocos tendrán éxito.

No superamos la mentalidad colonial. Quienes hacen grandes emprendimientos son generalmente gente que llegó de afuera, migrantes que construyeron fortunas. En tanto, los descendientes de las élites económicas coloniales escasean en la participación en el mercado de trabajo y lucen más bien dispuestos a entregar todo a las gigantescas empresas transnacionales de cualquier origen. Se comprende que pasaron 200 años de república y pocas decisiones constructivas se hicieron en leyes y en la estructura del Estado por eso el horizonte no es nada claro y  muestra que afrontaremos riesgos de diverso tamaño.