Sobornos por un túnel vacío

La conducta de asumir macro obras a cambio de sobornos deslegitima la confianza entre el Estado y la ciudadanía. El principio de seguridad basado en normas no funciona cuando cualquier gestión o contrato está amañado; Peor en la ciudad de todos cuando la autoridad de control no rinde cuentas y el alcalde reproduce el esquema de enriquecimiento ilegal para todo. El pago de sobornos deja de ser un escándalo porque la justicia internacional pasa a ser la pieza angular al exponer el variopinto delito. Un vergonzoso ejemplo de ello es la denuncia de la Fiscalía de España sobre la adjudicación en la construcción y posterior fracaso del Metro de Quito, burla mayor de cuatro alcaldías.

Una denuncia exterior precisa que el Consorcio GMQ integrado por las empresas Prointec y KV Consultores pagó a funcionarios locales USD 1,2 millones para ganar dos contratos; uno en 2013, durante la alcaldía de Augusto Barrera, cuando el gerente del Metro era Edgar Jácome. El segundo, ejecutado durante el mandato de Mauricio Rodas. Lo absurdo: resulta que la firma corruptora Indra, la que pagó esos sobornos, ahora es la responsable de la venta del radar malogrado contra narco-avionetas que se intentó colocar hace pocas semanas en Montecristi. ¿Coincidencia o cosa de locos?  

No están presos Barrera, Rodas, Yunda, ni Guarderas, pese al atraco frente a todos y el retraso por años de una megaobra infinita y carísima que permitió el saqueo sistemático de impuestos a los quiteños. Es más, Efraín Bastidas sería parte de la Comisión Técnica que calificó las ofertas de construcción —hoy actual gerente del Metro—. Una licitación amañada, según un fiscal español, esto por un tal Jesús Miguel Trababa y un montón de ratas del Municipio capitalino, bajo la firma Bustren y un delegado del Metro-Madrid.

Ahora bien, Carlos Pólit, contralor de la ‘robolución ciudadana’ sigue preso en EE.UU. por lavar los sobornos de Odebrecht —la misma empresa brasileña que fue parte del consorcio con Acciona para abrir un túnel subterráneo vacío en la capital, con un tren paralizado sin operadora, sin rutas de transporte de abastecimiento, ni tarifa—. Colosal fracaso que nos enfrenta a la realidad de vivir en una ciudad enferma, sin espacios verdes, sin respeto ni sana crítica. Aristóteles decía que ‘la ciudad existe para hacer felices a sus habitantes’. Pues, a Quito hay que limpiarla de ladrones y acabar con la ansiedad del soborno y la inseguridad del miedo para intentar ser felices. ¿No es hora de la reflexión entre todos?

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