Sin palabras

Matías Dávila

No soy católico pero disfruto mucho yendo a misa. Encuentro mucha paz en la iglesia de La Dolorosa. El domingo el padre contó que venía de dar la extremaunción a un pequeño niño de 2 años. Es como un macabro oximorón. Un niño, que es el que trae la esperanza, es justamente el que con su muerte la arrebata. Pero en fin.

Contó que le preguntó al médico cuál era la enfermedad del niño. Le contestó que era una bacteria en el cerebro. El sacerdote preguntó si no había cura. El hombre respondió que no, que suponía que se necesitaban por lo menos mil horas de investigación para encontrarla. El sacerdote preguntó entonces que cuánto dinero creía él que podría costar esa investigación. El médico dijo que, según su experiencia, no menos de unos mil millones de dólares.

No se había destinado ni el tiempo ni los recursos para encontrar la cura de esta enfermedad. Eso pasa también con otras patologías y calamidades como el hambre. No suele haber el dinero “a la mano” para mitigar esos males. La conclusión del domingo fue que algo estamos haciendo mal.

Cuando en una guerra se destinan 45 mil millones de dólares en armamento para matar, algo estamos haciendo mal.

Cuando en un país se destinan recursos para campañas políticas, mientras hay severos casos de desnutrición, algo estamos haciendo mal.

Cuando el 1% de la población tiene el 80% de los recursos económicos del mundo, y parte de ese 99% está muriendo diariamente de hambre, algo estamos haciendo mal.

Hubo una interesante investigación en los EEUU en la que se le preguntaba a la gente que puntuara del 1 al 10 a dos personajes: uno era el Dalai Lama y el otro Tom Cruise. El resultado fue que el Dalai Lama tuvo 10 y que Tom Cruise tuvo 5. Pero cuando se le preguntó a la gente quién le gustaría ser, si pudiera elegir entre ser Tom Cruise o el Dalai Lama, un 80% prefería ser Tom Cruise.

Algo estamos haciendo mal.