Significación de Quito

El nombre de nuestra capital es de longevidad milenaria. Resplandece aquel de   Quitotl, país de los colibríes, como le denominaban varios pueblos  amazónicos, según Jorge Carrera Andrade.

A más  del P. Juan de Velasco, en cuanto a letrados de matiz castellano y versión de siglos, como bien anotaron los esposos Costales Samaniego, que tradujeron dicho nombre del cayapa como “tierra, país, nación o geografía del centro o de la mitad”, ya se refirieron  al mismo, con descripción de poderío, Francisco Jerez, P. Sancho de la Hoz, Pascual de Andagoya, Pedro Cieza de León, Agustín Zárate, Pedro Gutiérrez de Santa Clara, Garcilaso de la Vega, P. Agnelio Oliva, Pedro Mercado, Francisco López de Gómara, Juan Romualdo Navarro, entre otros cronistas.

Quito se convirtió en sinónimo de nación, de patria, de reino, y de “reino famoso y grande”, de acuerdo a versión del propio Inca Garcilaso, “con tierra fértil y abundante”. Lo mismo informó Gutiérrez de Santa Clara: “Reino que era entonces muy grande y rico”. Y, entre muchos, también Xerex que le subrayó en su grandeza.

Con ancestro aborigen y prevalencia de hispanidad, a Quito asimismo se le ha calificado, con justificaciones evidentes, como Luz de América, Descubridora del Amazonas, Muy Noble y Muy Leal, Capital Mundial del Barroco, Relicario de Arte en América, Capital Latinoamericana de la Cultura y el universalmente reconocido título, otorgado por la Unesco, entre sesenta y siete ciudades de todo los continentes que en 1978 aspiraban a esta nada común designación, Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Quito es urbe de extraordinarias características, eje de nuestra nacionalidad. Su carácter patrimonial, único, esencial, debe ser preservado, acorde a la caudalosa significación histórica que conlleva.