Show en la Asamblea y qué con el CNE

Alfonso Espín Mosquera

Mucha gente ha pensado en abandonar el país, porque cree que no es posible vivir en medio de esta vorágine en la que como una especie de pandemia, los delitos alcanzan a más personas y se va cerrando un círculo terrible en el que todos los ciudadanos, tarde que temprano, deben sufrir algún tipo de atentado. La violencia se ha ido de las manos, la policía no es capaz de contener la arremetida criminal y el gobierno no acierta en el control de este flagelo.

Mientras tanto, en la Asamblea Nacional se ventila el ‘juicio político’ al presidente Lasso, como una especie de show, que nos mantiene lejanos, más allá de la ola de crímenes, de las circunstancias realmente importantes de la vida democrática de una nación; por ejemplo, nadie se acuerda de la renovación de consejeros del CNE, institución presidida por la señora Diana Atamaint, cuya permanencia en el lugar, le convierte en una especie de ser mimetizado al Consejo Nacional Electoral.

Ante los malestares que la política presenta, tanto mal ejemplo de los politiqueros, más la corrupción campante de  quienes ostentan el poder, los particulares hemos caído en una desidia total, en un quemeimportismo, sin advertir que esa actitud ha permitido el advenimiento de seres cada vez más nefastos y mediocres que son quienes desde diferentes cargos de elección popular o de dirección trascendental en la vida del Estado se han levantado ‘con el santo y la limosna’, como dice el refrán popular.

A todos nos molesta, pero no reclamamos los vicios del poder. No puede ser posible que pasemos por alto las declaraciones del vicepresidente del CNE, Enrique Pita, quien denunció el fraude en las últimas elecciones y luego se calla y hoy vive tranquilo en su cargo. Es hora de que personas con un perfil técnico, con trayectoria académica se inserten para bien en ese CNE. Ojalá sean matemáticos, técnicos. hombres y mujeres sin filiación política y con recorrido en la vida universitaria quienes sean nombrados consejeros del Consejo Nacional Electoral, para que se controlen los malos procederes, las trincas políticas, los favores para tal o cual tienda electoral. No nos puede suceder como en Venezuela que gana siempre el oficialismo, cuando la oposición pone ríos de gente en las calles, demostrando su descontento en contra de quienes los gobiernan a su antojo.

El CNE es la institución más importante en la vida democrática de un pueblo. Desde allí debería nacer y controlarse con limpieza y coherencia la existencia de los movimientos políticos, para que no aparezcan afiliados los difuntos o personas que no se han enterado, en partidos que corruptamente actúan así para sobrevivir

Hoy, más que nunca, deberíamos participar en la vida política, aunque eso nos signifique dejar nuestra comodidad y ponernos vigilantes de las malas mañas que son las que nos han hundido en el fracaso.